El último efecto de Fukushima ha sido descubierto en unas mariposas que han sufrido mutaciones por la radiactividad y tienen los ojos dañados y las alas más pequeñas de lo normal. Dichas anomalías genéticas incluso se han reproducido, en un 18 y un 34 por ciento, en su segunda y tercera generación pese a haberse apareado con otras mariposas sanas crecidas fuera de la zona afectada por la radiación.
Aunque numerosos expertos coinciden en que las consecuencias de Fukushima no serán tan graves como las de Chernóbil, el Gobierno japonés tiene previsto observar a la población de la zona para detectar la aparición de tumores y enfermedades.