martes, 10 de septiembre de 2013

De qué te tienes que fiar para elegir a la pareja perfecta

El factor genético nos determina físicamente, juega un papel fundamental en el desarrollo de las personas y, a raíz de los últimos descubrimientos genómicos, ha sentado las bases de la medicina preventiva para la erradicación de enfermedades hereditarias. A medida que avanza el conocimiento científico en este campo se acumulan las pruebas sobre la influencia del ADN en nuestros destinos. Sin embargo, era difícil imaginar que llegase al punto de determinar la elección de las parejas pues, según las últimas investigaciones, la compatibilidad de los matrimonios no reside tanto en los aspectos emocionales, sino en los genes de histocompatibilidad (MHC). Unos genes que, de forma inconsciente, percibimos por el olor corporal.

El genetista de la Universidad de Manchester e investigador del Centre for Inflammation Research Daniel M. Davis defiende esta tesis en The Compatibility Gen (Allen Lane). Un ensayo que acaba de salir a luz y en el que se trata de demostrar cómo los genes determinan nuestra relación con el mundo y, más concretamente, con nuestras parejas. La atracción por los demás no reside tanto en el físico u otros rasgos socioculturales, sino en los genes, en base a los cuales identificaríamos a las parejas potenciales más acordes con nuestro propio código genético. Una información que se puede obtener mediante pruebas de ADN, pero también a partir del olfato.

Los experimentos en animales de laboratorio han demostrado que los roedores son capaces de detectar los genes de compatibilidad mediante su intuición olfativa. Unas evidencias que también se han probado en distintos tipos de peces. Algunos de estos, como el pez espino, utilizan principalmente el olor para elegir a las parejas a las que fecundar.

El papel del olor corporal
En uno de los estudios citados en el ensayo de Davis, el T-shirt experiment coordinado por el zoólogo Claus Wedekind, se pone de relieve el hecho de que seleccionamos a los futuros cónyuges atendiendo a unas ventajas genéticas que intuimos por el olor. El experimento se llevó a cabo en un grupo de unas cincuenta mujeres y otros tantos hombres, a los que se dividió en función de su sexo. Al grupo masculino se les dio unas camisetas de algodón con las que tuvieron que dormir durante dos días seguidos y sin poder utilizar ningún tipo de desodorante, colonia o cualquier elemento que alterase el olor corporal. Posteriormente se colocaron las camisetas en unas cajas acartonadas con agujeros para permitir la traspiración y se le pidió a las mujeres participantes en el estudio que las oliesen y las puntuasen en base a los criterios de sensualidad, ternura e intensidad.

Los resultados demostraron que las mujeres asignaron las puntuaciones más altas a las camisetas de aquellos hombres con los que mantenían una mayor concordancia entre sus sistemas HLA, que se definen mediante los genes de histocompatibilidad o MHC. Estos genes son fundamentales para la configuración del sistema inmunológico, y de ellos depende, por ejemplo, la compatibilidad de las células madre o de los órganos entre las personas trasplantadas.


Las conclusiones del experimento levantaron fuertes controversias en un primer momento debido a las implicaciones éticas y a la radicalidad en su defensa del determinismo biológico. A pesar de ello, hoy en día no son pocas las clínicas que se dedican a realizar pruebas de compatibilidad entre personas, orientadas principalmente al éxito de los trasplantes de órganos, pero que en ocasiones también tratan de buscar clientes resaltando la posibilidad de saber la compatibilidad conyugal. Algunas de ellas incluso se han especializado en esta última oferta.

No te cases sin hacer antes un matchmaking
El leitmotive de la compañía suiza Genepartner da buena cuenta de este extremo:
“Emparejamos a las personas a partir del análisis de su ADN”.
El denominado matchmaking, que nació en forma de test para discernir la afinidad psicológica entre las parejas, se vende ahora como la prueba genéticamente definitiva para asegurar la idoneidad de la persona con la que se pretende tener descendencia. En la época de la sociedad del riesgo, cualquier tipo de garantía que reduzca las incertidumbres se cotiza al alza.

Los genes de histocompatibilidad, localizados en la región del cromosoma seis, participan en las respuestas inmunitarias. Se trata de los encargados de identificar las moléculas propias del cuerpo de las invasoras, para posteriormente poder eliminar estas últimas mediante diferentes mecanismos. Un papel fundamental para luchar contra las infecciones y reducir el riesgo de rechazo en los trasplantes. Aunque paradójicamente se vinculan también a la compatibilidad en las relaciones de pareja.


En el ensayo de Daniel M. Davis se relaciona el hecho de que los genes MHC se encuentren al lado de los HLA con su posible papel en la selección de pareja. Sin embargo, como se matiza en algunos informes del Anthony Nolan Histocompatibility Laboratories, puede deberse simplemente a una huella prehistórica que sigue funcionando en ciertos animales, pero que de la que solo quedan trazos insignificantes en los humanos. Mientras continúan las investigaciones, por unos 190 euros se puede realizar una prueba de saliva para conocer el grado de compatibilidad con la pareja.