lunes, 25 de noviembre de 2013

El día que un cargamento de caramelos salvó a un batallón de Marines

En numerosas ocasiones, un detalle en apariencia insignificante ha jugado un papel decisivo en un gran acontecimiento, pudiendo llegar incluso a cambiar el curso de la Historia. Ese es el caso de los
“Tootsie Rolls”,
unos caramelos de chocolate que por la más pura de las casualidades, lograron salvar a todo un batallón de Marines de morir congelados.

Para conocer este apasionante y desconocido episodio que desvela Javier Sanz en
«Historias de la Historia»,
ganador del Premio Bitácoras 2011 al Mejor Blog Cultural, tenemos que retroceder hasta 1950, cuando, en plena Guerra de Corea las tropas de Estados Unidos luchaban bajo mandato de la ONU contra el Ejército Popular de Corea.

Tras varios meses de escaramuzas, la onu había liberado Seúl de las tropas norcoreanas y todo parecía indicar que la guerra estaba a punto de finalizar. Hacia el mes de octubre, una fuerza de 20.000 soldados de las Naciones Unidas, compuesta en su mayoría por miembros del X Cuerpo de Marines y algunos efectivos del Ejército Británico se preparaba para lanzar la que esperaban que fuese la ofensiva final de este conflicto.

Su plan era desplegarse alrededor del embalse Chosin, un lago artificial situado en el noreste de la península coreana que suministraba energía hidroeléctrica. Sin embargo, ignoraban que China había decidido tomar parte activa en el conflicto enviando casi 100.000 efectivos del Ejército de Voluntarios del Pueblo para apoyar a las fuerzas norcoreanas.

Nada más desplegarse, los aliados se vieron rodeados por 80.000 soldados chinos. La ya de por sí desesperada situación se agravó con la aparición de un frente frío siberiano acompañado por temperaturas de hasta 37 grados bajo cero. En un ambiente infernal, en el que los alimentos, los suministros médicos y las baterías se congelaban, las armas se encasquillaban y los propios soldados morían congelados, las tropas aliadas se defendieron una y otra vez de las ofensivas chinas.

Con el paso de los días, los proyectiles de los obuses comenzaron a escasear, por lo que solicitaron por radio que se lanzasen más
«Tootsie Rolls»,
que era el nombre en clave de los proyectiles, en paracaídas. Cuando las cajas cayeron del cielo descubrieron que algún soldado novato encargado de los suministros había interpretado la petición de “Tootsie Rolls”
literalmente y, en lugar de proyectiles, había enviado caramelos.

Una vez superadas la sorpresa y la indignación inicial, aquellos caramelos de chocolate se convirtieron en un regalo caído literalmente del cielo para las hambrientas y heladas tropas. Su aporte de grasas, proteínas, carbohidratos y minerales se convirtió durante algunos días en el único alimento que podían tomar los soldados. Además, al endurecerse después de ser calentados, servían para reparar fugas en bidones y tanques de combustibles.

Finalmente, y tras 16 días de asedio, las tropas aliadas consiguieron romper el cerco y retirarse hacia el puerto de Hungnam. China celebró esta batalla como una gran victoria, aunque sufrió un mayor número de bajas que los estadounidenses. Tal vez porque ellos no pudieron disfrutar de los inesperados beneficios de los
“Tootsie Rolls”.