viernes, 7 de junio de 2013

Cuando llega el verano, y nos vemos con el deseo de adelgazar, nos encontramos con un gran número de dietas a nuestra disposición. Algunas de ellas son exitosas, otras son inútiles pero inocuas, otras son dietas milagro altamente dañinas y en último lugar se encuentran las dietas extremas.
En este último grupo se puede clasificar el último tratamiento que, después de ser creado en 2009 en Estados Unidos, está arrasando en Venezuela. El método, alumbrado por el doctor de origen ruso Nikolas Chugay, consiste en coser un parche de un material llamado marlex en la lengua de los pacientes.
¿El objetivo?
Simple y llanamente, dificultar el masticado de los alimentos sólidos, de manera que los que tienen el implante terminan odiando este tipo de comida y de esa manera se ajustan a la dieta impuesta por la clínica.

Si en La naranja mecánica su protagonista, Alex, era sometido a la llamada técnica Ludovico, consistente en ser expuesto a grandes dioses de violencia, para calmar sus impulsos violentos, algo semejante ocurre con este tratamiento y los alimentos. El parche, que se une a la lengua con seis puntos de sutura y tiene el tamaño de un sello de correos provoca un intenso dolor que impide que se consuma ningún tipo de alimento sólido, por lo que el paciente tan sólo puede ingerir líquidos. No se trata de cualquier líquido, sino unos compuestos proporcionados por el doctor que proporcionan 800 calorías al día, algo que como indica en su página, “cumple todas las necesidades alimenticias”
y
“maximiza la pérdida de peso”.
Como promete el doctor, siguiendo esta dieta se puede adelgazar hasta 30 libras (casi 14 kilogramos) en apenas un mes. A cambio de, claro está, diversos desórdenes alimenticios, sensaciones desagradables al ingerir alimentos y unos imprevisibles efectos secundarios.
Peligrosos efectos secundarios (y un problema añadido)
Aunque el doctor advierta en la página de su clínica que este tratamiento puede causar inflamación en la lengua y dificultades en el habla, algunos de los pacientes han advertido sobre otros posibles efectos que causa la implantación de este parche. Por ejemplo, algunos señalaban que habían sufrido problemas de sueño y dificultades para mover la lengua. Eso, sin tener en cuenta las consecuencias que puede tener en nuestro cuerpo alimentarse únicamente con líquidos durante todo un mes. Por eso mismo, la FDA (Foods and Drug Administration) americana no ha aprobado el tratamiento ni parece que lo vaya a hacer en un futuro inmediato.
El hijo del doctor Chugay, Paul, indicaba en una entrevista que lo que les llevó a diseñar este tratamiento es haber encontrado
“un nicho”
de pacientes que eran conscientes de que carecían de la voluntad suficiente para adelgazar y que no querían someterse a otro tipo de tratamientos como la reducción de estómago, mucho más invasivos. Sin embargo, desde la clínica recuerdan que la mayor parte de sus clientes sólo recurren al parche cuando han fallado el resto de soluciones.
Este método extremo de pérdida de peso tiene un problema añadido, y es que el parche tan sólo puede ser portado durante un mes, pues si el paciente lo lleva más tiempo, corre el peligro de que la herida comience a cicatrizar y el parche sea absorbido por la lengua, ya que dispone de poros que facilitan esta integración. En teoría, se encuentra en las manos del paciente completar su tratamiento mediante métodos más tradicionales. Sin embargo, los nutricionistas americanos se han mostrado en contra de este método. En las páginas de Time, Brian Evans, propietario de una clínica de tratamientos estéticos de Beverly Hills, alertaba ante los peligros de adoptar tratamientos que no han sido refrendados por la FDA, y señalaba que
“añadir una sustancia extraña al cuerpo aumenta el riesgo de infección o de rechazo, lo que significa hinchazón, dolor y malestar”.
Un éxito (previsible) en Venezuela
Esta dieta ha vuelto a saltar a los medios americanos gracias al extendido uso que se está haciendo de ella en Venezuela, uno de los países más preocupados por la apariencia estética del mundo, como muestran los datos que señalan que durante el pasado 2012, más de 250.000 venezolanos se hicieron cirugía plástica, o que el 20% del sueldo de las venezolanas se destina a productos de belleza. La implantación del método ha conducido a cientos de habitantes del país a perder peso mediante este sistema.
Si en Los Ángeles (única ciudad de Estados Unidos donde uno puede adquirir este implante) entre 60 y 100 personas han llevado a cabo el tratamiento, que cuesta unos 2.000 dólares, los números del país sudamericano son mucho más espectaculares. La clínica Obesiesbel de Caracas admite estar realizando 900 de estos tratamientos al mes, a pesar de haber arrancado hace apenas un par de años. El coste del tratamiento es mucho más barato que en Estados Unidos: tan sólo 150 dólares, menos del 10% que en el país norteamericano. Con dichos precios, no sólo los venezolanos están recibiendo el tratamiento, sino que Venezuela se está convirtiendo en un destino turístico para aquellos que quieren adquirir el implante.
Una de las venezolanas citadas en Time indicaba que este método era su única posibilidad para perder peso, ya que reconocía carecer de
“la fuerza de voluntad suficiente para ponerme a dieta”.
Es ese el perfil del paciente de este radical tratamiento, que probablemente, levantará muchas ampollas entre la opinión pública, causará un alto número de efectos inesperados pero ayudará a unos cuantos a perder rápidamente el peso que les sobra (aun a costa de una gran dosis de sufrimiento).