jueves, 6 de junio de 2013

Los ingredientes desconocidos y nada saludables que contiene nuestra comida

La imparable sucesión de escándalos alimentarios durante los últimos meses, desde la polémica por la carne de caballo hasta la crisis de los pepinos, está poniendo en cuestión la indulgencia de los controles de calidad, al mismo tiempo que aumenta la desconfianza de los consumidores ante el deterioro de la cadena alimenticia. La tendencia legislativa hacia la autorregulación se ha demostrado ineficaz, tal y como la ONU denunció en un informe presentado en 2011 durante la celebración de la cumbre mundial para la prevención de las enfermedades no contagiosas (ENC).

Las conclusiones de la ONU han sido ratificadas por un grupo de investigadores de la Universidad de Melbourne especializados en política sanitaria, en cuyos estudios insisten en que la única manera de “evitar los daños causados por los alimentos poco saludables es mediante la intervención y control desde las administraciones públicas”. Una propuesta que, según subrayan en la investigación
"Profits and pandemics",
tiene como objetivo poner freno a ciertas prácticas en el procesado de alimentos.
Según las cifras oficiales, cada año mueren 18 millones de personas a causa de la presión arterial alta (9,4 millones), la obesidad (3,4), la diabetes (3,4) y el colesterol (2). Una serie de enfermedades que, según matiza el estudio,
“pueden atribuirse en gran parte al consumo de alimentos y bebidas ultraprocesadas, cuyas ventas se están concentrando en los países en vías de desarrollo o en poblaciones que están perdiendo poder adquisitivo”, como está sucediendo en el sur de Europa.
La escritora y periodista de investigación especializada en industrias alimentarias, Rachel Sanders, ha sacado a la luz algunas de las prácticas que se esconden detrás de la fabricación de alimentos procesados, y que tienen que ver principalmente con los aditivos. A pesar de ello, es en este tipo de sustancias donde más pone el foco la legislación europea.
“Los aditivos alimentarios son las sustancias más reguladas y estudiadas, por lo que si están en el mercado es porque se han evaluado y reevaluado constantemente para descartar cualquier peligro para la salud”, señalan fuentes de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Además, si en función de la evolución de los conocimientos científicos surgiera alguna duda sobre la inocuidad de un aditivo,
"se procedería a la retirada de la autorización comercial",
afirman desde la agencia que depende del Ministerio de Sanidad.
No obstante, el bufete que dirige Don Barrett, el abogado norteamericano que ganó la primera y multimillonaria batalla judicial contra las grandes compañías tabacaleras a finales de los años 90, prepara ahora una demanda contra una treintena de multinacionales de la alimentación. Precisamente, porque el etiquetado del 25% de los alimentos es falso o engañoso, asegura el abogado.
Colorantes con extracto de cochinilla y otros insectos
La práctica totalidad de los productos procesados que tienen un color rojizo o rosado llevan un colorante referenciado en la etiqueta como 'ácido carmínico', aunque en realidad no se trata más que de extracto de cochinilla u otros insectos similares. Según la FDA es un colorante seguro por su bajo grado de toxicidad. Sin embargo, grandes cadenas como Starbucks se han visto obligadas a cambiar este colorante por otro, después de que se registrasen diversos casos de alergias graves asociadas al consumo de sus productos. La lista de alimentos que contienen el eufemísticamente denominado 'ácido carmínico' es interminable.
Queso rallado elaborado a base de celulosa
El queso para gratinar o rallado está fabricado con celulosa refinada, que se utiliza para evitar que se vuelva a convertir en una masa compacta una vez en la bolsa. La celulosa es un aditivo alimentario permitido y bastante generalizado, aunque su uso más frecuente es en los helados. La celulosa se confecciona a partir de fibras vegetales descompuestas, entre las que se incluye principalmente el serrín de la madera. Y es en este punto donde está la trampa, ya que en las etiquetas se referencia la celulosa como 'aditivo natural' o, peor aún, 'aditivo ecológico', lo que no es exactamente sinónimo de saludable.
Los residuos tóxicos (no controlados) generados por la producción de yogur
La leche sobrante como consecuencia del procesado de yogures, que puede llegar al 90% de la que se utiliza, se convierte en suero de leche ácido. Su descomposición causa graves daños al medio ambiente, pues elimina el oxígeno del agua y dificulta el desarrollo de la fauna acuática en los ríos. Esto es una de las consecuencias por las que las grandes fábricas de queso y leche se están desplazando a países con una legislación más laxa, con las consiguientes consecuencias ambientales para esas zonas.
Los aromas químicos del zumo de naranja
Las grandes compañías que comercializan zumo de naranja procesan estos productos con aromas químicos para mantener el mismo sabor en cada envase asociado a la marca en cuestión, sin importar la mezcla de variedades ni la época del año. Los potenciadores artificiales sirven en este caso para recuperar el sabor a naranja perdido al extraer el oxígeno del zumo, una técnica que se utiliza para poder conservar estas bebidas durante más de un año antes de sacarlas a la venta.
La autora de Squeezed: What You Don't Know About Orange Juice (Yale University Press), Alissa Hamilton, que ha realizado diversas investigaciones sobre este tema, explica en este ensayo que
“los mismos laboratorios que hacen perfumes para Dior y Calvin Klein son los que producen los aromas del zumo”.
Las sustancias empleadas en este proceso no tienen por qué constar en la etiqueta de ingredientes, ya que “técnicamente son esencias extraídas de la naranja”.
Sopas de sobre con glutamato monosódico, lo indiquen o no
El sabor de las sopas, ya sean de carne o verdura, se consigue mediante el mismo aditivo alimentario. Se trata del glutamato monosódico (también conocido como MSG, por sus siglas en inglés), una sustancia calificada como segura ya que, en cantidades normales, los seres humanos tienen la capacidad de metabolizarla debido a que su toxicidad es muy baja. Sin embargo, se suele ocultar su presencia en los alimentos, refiriéndose a este aditivo como 'natural' o 'extracto de levadura', pues se refina a partir de proteínas vegetales y levaduras.
La Food and Drug Administration (FDA) ha llamado la atención en varias ocasiones sobre este tema, al considerar como
“engañoso”
el etiquetaje de productos como
“sin MSG” o “sin MSG agregado”,
si contienen ingredientes elaborados a partir de glutamato natural.
Salchichas elaboradas a base de carne, almidón y… 'relleno de cereal'
Si los embutidos en general cuentan con una imagen poco positiva entre los consumidores, asociada tanto al desconocimiento de sus ingredientes como a la elaboración, las salchichas son las que peor fama se llevan. Pocos saben que cuando se indica el 'relleno de cereal' en su etiqueta, en realidad se refiere a pan rallado y harina de avena, unos productos que luego se mezclan con colorantes, conservantes, potenciadores de sabor, grasas saturadas, especias variadas (sal, pimienta, ajo molido…) y restos cárnicos para hacer una masa que, al menos para la vista, no se antoja demasiado agradable. Posteriormente, se dividen por unidades embutiéndolas en tripas sintéticas, elaboradas con colágeno, poliamida y fibrosa. Unos productos que, si se consumen en exceso y se combinan con otras sustancias, pueden llegar a ser tóxicos.