jueves, 30 de enero de 2014

¿Es mejor efímera o duradera? La nueva ciencia de la relación de pareja

De un tiempo a esta parte, muchos psicólogos, biólogos y científicos sociales han insistido en una idea: aunque la monogamia es la relación romántica más aceptada en sociedad, no es el tipo de relación que más conviene e interesa al ser humano. Se han escrito cientos de libros sobre las bondades del poliamor, el fin del matrimonio como institución básica de la organización social y, en definitiva, los defectos intrínsecos a toda relación monógama.
Pero no todos los especialistas creen que las relaciones románticas sean, por sistema, efímeras y perecederas. La psicóloga Sue Johnson, investigadora en la Universidad de San Diego y una de las mayores expertas del mundo en relaciones amorosas, rompe en su nuevo libro –Love Sense: The Revolutionary New Science of Romantic Relationships (Little, Brown and Company)– una lanza a favor de la monogamia.

En opinión de Johnson, que dice haber estudiado todas las investigaciones recientes sobre relaciones amorosas, no hay ninguna evidencia que nos empuje a pensar que la monogamia haya dejado de interesar al ser humano. Al contrario, la relación de pareja, además de una herramienta clave para la supervivencia, es una poderosa fuente de felicidad, siempre que se viva de forma saludable.

Un vínculo afectivo poderoso y necesario
La psicóloga, que además de escribir e investigar trabaja en una clínica, no oculta que mantener una relación estable es hoy más difícil que nunca: la tecnología nos permite conocer a mucha más gente, la infidelidad está ampliamente tolerada, estamos rodeados de pornografía… Todo esto hace que descuidemos a nuestro compañero. Con el tiempo, las parejas caen fácilmente en patrones de comportamiento que provocan peleas contantes, culpabilizaciones y silencio. En cuanto falla la comunicación, se destroza la intimidad y, en muy poco tiempo, la relación se pudre como un brick de leche al sol.

Pero que muchas parejas acaben mal no significa que todas lo hagan. En opinión de Johnson, es necesario que cambiemos nuestra concepción de las relaciones románticas adultas
–el caso de los adolescentes es otro cantar–,
y entendamos que una relación de pareja es, esencia, un “vínculo de apego”, como el que une a una madre con su hijo, pero sin la seguridad que aporta la relación genética. Y del mantenimiento de este vínculo depende la felicidad de ambos miembros de la pareja.

En opinión de la psicóloga, el vínculo empieza a fallar cuando uno de los miembros de la pareja necesita consuelo y comprensión y la otra parte no se lo proporciona. Pero, a diferencia de lo que ocurre con las relaciones paterno-filiales, en lo que respecta a las parejas aún no sabemos cómo actuar.
“En los últimos 40 años hemos empezado a entender de verdad el impacto que un padre puede tener en el desarrollo de su hijo”,
explica Johnson.
“La revolución que ha vivido la paternidad debería llegar ahora a las relaciones de pareja”.

La dependencia emocional es saludable
Johnson está convencida de que las relaciones amorosas duraderas son una fuente de felicidad primordial, y que el auge de las cifras de solteros está directamente relacionado con un menor bienestar de la población. “Nuestro cerebro está diseñado para usar a la gente que amamos como una red emocional y psicológica que hace al mundo un lugar más seguro”,
asegura la psicóloga.

Ya no vivimos en pequeños pueblos, en los que todo el mundo se conocía, y se ayudaba mutuamente. Hoy, asegura Johnson, si no tienes pareja tu seguridad es mucho menor, pues
“la gente suele depender del amor romántico como fuente principal de apoyo social”.

La dependencia emocional, explica la psicóloga, es saludable, y está directamente relacionada con casi todos los indicadores de felicidad y salud. Por mucho que los singles estén de moda, nadie quiere estar solo, y las relaciones esporádicas no constituyen un antídoto contra la soledad, que aumenta el riesgo de padecer ansiedad, infartos, ictus y estrés.
“No tener nadie en quien confiar del todo estresa el cuerpo hasta la extenuación”,
asegura Johnson.

Esto no significa que los amantes tengan que estar todos el día pegados, pero sí deben estar siempre disponibles.
“Paradójicamente”,
explica la doctora,
“cuanto más segura es nuestra relación, más independiente puede ser. Intimidad e independencia son dos caras de la misma moneda. No son conceptos opuestos”.

La convivencia en pareja, además, nos hace mejores personas. Tal como explica la psicóloga,
“cuando alguien nos valora, nos quiere, nos escucha y nos apoya, sacamos lo mejor de nosotros. Tomamos riesgos, creemos en lo que hacemos y solucionamos mejor los problemas”.

El poliamor es una farsa
Si combatir la soledad es una de las principales funciones de una relación monógama, ¿no encontraremos los mismos beneficios si mantenemos varias relaciones? Parece lógico, pero en opinión de Johnson, el poliamor, que tan de moda se ha puesto en los últimos años, “no tiene sentido”. El problema con este tipo de relaciones, explica la psicóloga, es que no permiten construir un vínculo lo suficientemente sólido para aportar los beneficios que ofrece la monogamia. El poliamor no nos permite tener a alguien del que dependemos y al que podemos acudir en primer lugar. Los vínculos que crea son mucho más frágiles. También en el plano sexual.

“La gente que practica el mejor sexo, lo disfruta más y lo hace con mayor frecuencia es casi siempre la gente que tiene una relación a largo plazo”,
asegura la psicóloga. Varios estudios han demostrado que, sobre todo las mujeres, disfrutan más del sexo cuando lo practican con su pareja.