lunes, 27 de enero de 2014

Un motor de plasma para acortar las distancias estelares

Hace un año, Franklin Ramón Chang-Díaz (1950) entró en el Salón de la Fama de la NASA. Fue el primer hispano que recibió ese reconocimiento, tras haber sido también pionero en ser aceptado por la agencia norteamericana –ocurrió en 1980– y subir al espacio no una, sino siete veces. Pero eso es agua pasada para el carismático y testarudo exastronauta de origen costarricense. Chang-Díaz vive ahora la segunda etapa de su vida profesional: construir cohetes en su propia empresa, Ad Astra Rocket Company.
Desde 1979, este nieto de un inmigrante chino ha trabajado contra viento y marea en un motor revolucionario. No servirá para escapar de la atmósfera terrestre, como hacen los propulsores de las naves convencionales, sino para ponerlo directamente en el espacio, al servicio de diversas tareas comerciales, científicas o exploratorias. En efecto, desde trasladar carga y astronautas a la Luna o Marte hasta desplazar o extraer los minerales de un asteroide, recoger basura, reabastecer satélites y empujar la Estación Espacial Internacional (ISS) hacia una órbita más lejana. Precisamente, VASIMR será sometido por primera vez a prueba en la ISS a comienzos de 2016.

El VASIMR –siglas en inglés de cohete de magnetoplasma de impulso específico variable– trabaja con plasma, un gas eléctricamente cargado que se calienta a temperaturas extremas mediante ondas electromagnéticas. Campos magnéticos muy fuertes, generados por imanes superconductores, controlan y guían ese chorro.

Es un motor excepcional no solo por su revolucionario diseño, sino porque se está construyendo simultáneamente en Houston y Guanacaste (Costa Rica). Emplazado en medio de un bucólico paisaje selvático, un futurista hangar se ha convertido para los latinoamericanos en el símbolo de la democratización e internacionalización de la aventura espacial.