martes, 7 de enero de 2014

La aldea de los millonarios que huyen de América Latina

Las carreteras que recorren Woodlands (Texas) están diseñadas para que conducir sea una experiencia lo más placentera posible. El coche se desliza por un asfalto impoluto que mantiene siempre una ligera curva, de tal manera que al levantar la vista se vean en el horizonte las arboledas, los lagos y el cielo azul, las mansiones y los campos de golf.

Se tarda un buen rato en recorrer de punta a punta esta aldea para ricos, situada a media hora de coche de Houston y donde viven unas 100.000 personas. Entre ellas, miles de familias latinoamericanas que han huido de la delincuencia, el tráfico, la contaminación y la pobreza de sus países de origen. Mexicanos amenazados por el narcotráfico o venezolanos hartos del chavismo.

“Siendo conservador, diría que hay unos 15.000 hispanos viviendo aquí. El 70% son mexicanos, el 20% venezolanos y el 10% un mixto de colombianos, cubanos, etcétera”,
asegura a un periodico David Matos, presidente de la Cámara de Comercio Hispana de Woodlands.

“Los mexicanos empezaron a llegar en masa en 2010. Ese año yo recibía llamadas de clientes que me decían: vete al aeropuerto, que a las 23:30 llega un amigo mío de Ciudad de México al que acaban de amenazar de muerte y viene psicológicamente muy afectado. Eran cosas muy duras, gente que se levantaba por la mañana pensando que iba a tener un día normal y que acababa huyendo a Estados Unidos”,
recuerda Matos.

El matrimonio de Guillermo y Lorena Garza tuvo algo más de tiempo para planificar el exilio. Nos cuentan su historia en la escuela de hot yoga que han abierto en los suburbios de la ciudad, en una zona rodeada de una arboleda enorme. Hartos de la inseguridad, los robos y las constantes amenazas, una mañana de 2004 hicieron las maletas en la capital mexicana y condujeron hasta la frontera norte, cargando con sus dos hijos, las pertenencias más básicas y hasta un loro.

“Dar el paso para irse fue muy duro y difícil, pero en Ciudad de México ya no podíamos estar”,
cuenta Guillermo. Él tardó meses en convencer a su esposa, pero un día a ella la secuestraron, le robaron el coche y les amenazaron con matarla si llamaban a la policía. El negocio de transporte de aguas de Guillermo llamaba mucho la atención, y le tenían controlado.
“Casi se nos meten en casa”,
asegura. Lorena abandonó su trabajo en una farmacéutica internacional y se despidió de su familia y amigos. Él preparó sus negocios para poder controlarlos desde la distancia.

Un oasis de paz y belleza
Después de una década en Estados Unidos, de una inversión fallida en la que casi se arruinan y de muchas noches en vela, empiezan ahora a echar raíces en Woodlands.
“Marcharse y empezar de nuevo aquí fue muy duro, pero nosotros ya no regresaremos. Hemos montado esta escuela de yoga y aquí nuestros hijos están creciendo disciplinados, con éxitos académicos y deportivos. Este sitio es seguro, tenemos muchos amigos, una comunidad grande y muy buena”,
explica Guillermo.

Woodlands destaca en todas las clasificaciones sobre calidad de vida. Cuenta, por ejemplo, con la tercera mejor escuela de Estados Unidos. Es un oasis de paz y belleza dentro de Texas, por supuesto, de pago: el precio medio de sus viviendas supera los 350.000 euros, según LV Properties.

En estos años, la comunidad mexicana de Woodlands ha ido creciendo. Han formado una densa red social, con grupos de apoyo, páginas web, reuniones, clubes, o ciclos de conferencias en los que han llegado a participar los ex-presidentes Vicente Fox o Felipe Calderón.

“Aquí se hace una vida familiar, en un bosque donde los niños pueden salir solos con las bicicletas, con sus amigos”,
opina Arturo Calderón, propietario junto a su mujer del restaurante ‘Café di Fiore’, centro de reunión de mexicanos.
“Para muchos latinos, vivir aquí es alcanzar el American Dream”.

Vivir en Woodlands también sirve para granjearse un respeto que no siempre encuentran el resto de inmigrantes hispanos.
"Ser mexicano en Woodlands no es como ser mexicano en Houston, por ejemplo. Aquí ven que somos de otro tipo”,
dice Lorena.

Comprar el permiso de residencia
Algunos entran comprando su visado, para ellos o para sus familias. El EB-5 da la residencia a los que inviertan más de un millón de dólares y creen al menos diez puestos de trabajo (excluyendo a su familia y al propio inversor).
“La semana pasada (por la penúltima de diciembre de 2013) recibí la llamada de un hombre de negocios venezolano que quería invertir un millón de dólares para obtener la EB-5 para su hijo”,
nos cuenta Matos, que ha montado una asesoría precisamente para dar servicio a clientes de altos vuelos.

Él ha observado la evolución de Woodlands en los últimos años. En 2010, explica, la mayoría de los mexicanos llegaban para refugiarse de la violencia física de sus países: los secuestros, los robos y la guerra contra el narco de Felipe Calderón, que desde 2006 a 2012 costó la vida de al menos 60.000 personas. Ahora, sin embargo, muchos mexicanos huyen de la reforma fiscal que va a entrar en vigor en 2014-2015. “Últimamente llegan más por esta razón que por seguridad”,
asegura el asesor.
“Los venezolanos siempre vienen con la misma idea y la misma queja: la situación económica y el cambio con el dólar, preguntando cómo sacar el dinero de Venezuela. Muchos me dicen que la cosa está tan mal que casi echan de menos a Chávez”.

La mayoría intenta abrir negocio en Estados Unidos.
“Algunos lo hacen por distraerse; otros, por los visados, y otros porque triunfar aquí, en la primera economía mundial, es mucho más satisfactorio que triunfar en México”,
asegura Baltazar Vilchis. Él aterrizó en 2010, asustado por las extorsiones y amenazas que sufrieron miembros de su familia.
“Me trasladé aquí con toda mi familia y abrí este negocio para amantes de la bicicleta, que es el mismo tipo de negocio que tengo en México y me ha funcionado muy bien”,
contaba en su tienda del centro de Woodlands. Una zona para ricos y una tienda para ricos: algunas maravillas de dos ruedas en su negocio cuestan más de 20.000 dólares.

Por supuesto, no todos consiguen triunfar. Ser un empresario de éxito en México no garantiza lo mismo al otro lado de la frontera. Es otro ambiente de negocios, con otras reglas. Guillermo y Lorena, por ejemplo, se dejaron 750.000 dólares y tres años de trabajo en una inversión inmobiliaria que él define como una estafa.
"Casi nos hundimos, tocamos fondo. No teníamos dinero ni para la compra”,
confiesa Lorena.
“Le ha pasado a muchos mexicanos. Aquí hay un chiste que dice: ¿Cómo gana un mexicano un millón de dólares en el Woodland? Pues trayéndose cinco”.