miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuéntame caca: la importancia científica de los coprolitos

La composición de los coprolitos o excrementos fosilizados proporciona pistas preciosas sobre la alimentación de sus productores. Bajo el microscopio aparecen a menudo semillas, hojas, madera, conchas de moluscos, escamas de peces, huesos o dientes. Un primera evidencia salta a la vista: la mayoría de las paleoheces procedentes de ecosistemas terrestres pertenecen a carnívoros, inferiores en número a los herbívoros.

Esta anomalía se debe a que las deposiciones de los depredadores contienen sustancias que ayudan a su preservación. La carne y el hueso poseen altas concentraciones de calcio y fósforo, que se combinan para formar fosfato cálcico. A través de un proceso de permineralización, este compuesto químico convierte las blandas plastas en piedras. Los aficionados a los fósiles exóticos deberán tener en cuenta estas particularidades: presuntos coprolitos que se venden en las ferias carecen de restos de comida parcialmente digerida y fosfato cálcico, ingredientes indispensables de un excremento petrificado.
Identificar al animal defecante es la tarea más difícil. La especialista Karen Chin, de la Universidad de Colorado en Boulder, afirma que nunca se puede saber con certeza el origen del fósil; solo cabe lanzar hipótesis fundamentadas en el contexto, el tamaño y sus componentes biológicos. Basándose en tales premisas, Chin afirma que un enorme ejemplar encontrado en sedimentos fluviales de la provincia de Saskatchewan, en Canadá, perteneció a un Tyrannosaurus rex. Llamaba especialmente la atención que la mitad de sus elementos fueran fragmentos óseos, pues se creía que los grandes dinosaurios carnívoros eran capaces de digerir la mayoría de los huesos que consumían, como los modernos cocodrilos. La paleohez canadiense sugiere que los T. rex tenían procesos digestivos menos intensos y que pulverizaban la osamenta de sus víctimas a fuerza de mordiscos.