jueves, 2 de febrero de 2012

Una lata de conservas de la II Guerra Mundial, apta para el consumo

La fecha de caducidad que obligatoriamente debe ir impresa en el exterior de una lata de conservas se encuentra en entredicho después de que un jubilado alemán haya hecho analizar una lata de manteca de cerdo envasada en Estados Unidos y distribuida en Alemania en un cargamento de ayuda tras la II Guerra Mundial. Para sopresa de todos, los resultados de los análisis practicados al producto han revelado que este aún es apto para el consumo.
Alertado por el debate en torno a no ingerir alimentos con fecha de caducidad vencida, el farmacéutico Hans Feldmeier, de 87 años, decidió entregar para su análisis la lata de manteca, envasada en 1948, a las autoridades sanitarias del estado federado de Mecklemburgo-Antepomerania, en el este del país, según informa Efe.
Satisfactorio en frescura
«En términos generales, el estado del producto después de 64 años es satisfactorio en lo que se refiere a su grado de frescura y composición material»,
reveló Frerk Feldhusen, director de la Oficina de Agricultura, Seguridad Alimentaria y Pesca regional. Aunque el análisis de la manteca permitió detectar una ligera merma en aroma y sabor, la calidad del producto no se aleja excesivamente de las normas obligatorias establecidas para su consumo.
Para explicar el buen estado de la manteca pese al paso del tiempo, los expertos aludieron a su conservación en una lata preservada de la influencia del aire y la luz externos, así como de la presencia de conservantes como el ácido cítrico y la resina de guayaco con efectos antioxidantes.
Por razones sentimentales, Feldmeier no había sido capaz en todos estos años de deshacerse de la lata de manteca de la marca «Swifts Bland Lard». La lata llegó a sus manos en uno de los millones de paquetes de ayuda repartidos en la Alemania Occidental al término de la Segunda Guerra Mundial, en los que además se incluía leche en polvo, azúcar y queso, y que posteriormente llegaron también a la parte oriental después de sortear numerosos obstáculos.
«Sencillamente no me podía separar de esta bonita lata»,
explicó Feldmeier, quien la recibió de vuelta tras ser analizada, aunque, eso sí, ya sin la manteca de su interior.