viernes, 2 de noviembre de 2012

Los españoles tienen más rarezas genéticas que otros europeos

Los españoles son una de las poblaciones europeas que tienen más variantes raras en sus genomas, según los resultados del mayor estudio genómico realizado hasta la fecha, que se publica hoy en Nature. Se trata del Proyecto 1.000 Genomas, una colaboración internacional en la que han participado unos 800 investigadores de decenas de países y que ha sido la primera en obtener la cifra récord de 1.092 genomas de habitantes del mundo. Los datos, publicados hoy, aportan un valioso catálogo a los investigadores que estudian las causas genéticas de todo tipo de enfermedades, desde la esquizofrenia a las variantes de cáncer más comunes pasando por la diabetes o las dolencias cardiovasculares.
“Queremos hacer un mapa completo de todas las variaciones genéticas y que sirva para desarrollar nuevos proyectos biomédicos”,
explica Andrés García-Montero, coordinador técnico del Banco Nacional de ADN. García-Montero ha sido uno de los responsables en recopilar las muestras de “62 tríos” españoles formados por la madre, el padre y un hijo. Su genoma completo permite dilucidar las variantes que ambos progenitores legan a sus hijos. Los datos se han tomado a su vez de bancos de sangre y centros de transfusión de casi todas las comunidades autónomas para que las muestras fueran representativas. Esos datos se han sumado a otros tantos tomados de otras 13 poblaciones del mundo, agrupadas en cuatro grandes áreas: europeos, africanos, americanos y asiáticos.
El resultado final ha sido el primer catálogo de variantes genéticas poco comunes de la historia. La riada de datos incluye el 98% de las variaciones genéticas que se dan en una de cada 100 personas.
“También hemos reunido en torno al 50% de variantes muy raras que se dan sólo en el 0,1% de las personas”,
señala.
Los españoles, junto a los finlandeses y los afroamericanos, resultan ser la población estudiada que más variantes raras y exclusivas tienen. Esto quiere decir que en España se han ido acumulando pequeñas mutaciones generación tras generación que componen una especie de seña de identidad biológica de los genomas españoles. En comparación, otros europeos analizados, como los británicos o los italianos, tienen menos variantes poco comunes y específicas. Los investigadores aún no saben por qué sucede esto.
“Una de las explicaciones que propone el estudio es que se deba a que la Península Ibérica ha sido siempre una zona de paso de muchos pueblos, desde el tiempo de los Fenicios”,
explica García-Montero.
Se espera que el trabajo aporte más luz al aún tenue conocimiento que tenemos de cómo funciona el genoma humano para mantenernos vivos y cómo se trastoca y genera enfermedades. Desde su obtención completa en 2003, la secuencia completa de ADN que hay en cada una de las células del cuerpo humano ha resultado ser un territorio cada vez más vasto y complejo. Primero se identificaron unos 25.000 genes que parecían hace unos años los principales responsables de poner en marcha la maquinaria de la vida. Pequeñas mutaciones, o cambios en esos genes, dan lugar a muchas enfermedades. Sin embargo aún se ignora la función de la mayoría de ellos. Además, hace unas semanas, otro gran proyecto de secuenciación confirmó que todo el llamado ADN basura, la gran mayoría del código genético, puede tener importantes funciones biológicas.
Con los nuevos datos, habrá una nueva vía de ataque contra muchas enfermedades. El Proyecto 1.000 Genomas ha estudiado a personas sanas, produciendo 1.092 genomas completos que representan el genoma de la salud en 14 poblaciones. Ahora, el catálogo de variantes raras detectado en cada zona geográfica puede compararse con los genomas de la enfermedad, incluidos los de tumores de mama, pulmón, leucemias que se desarrollan en países de todo el mundo. Estos trabajos obtienen muchas mutaciones en la cadena del ADN cuyo significado se ignora. Ahora, ambas bases de datos pueden cruzarse para cribar cuáles de todas ellas pueden ser responsables de originar la enfermedad.
“Los datos de los 1.000 genomas son extremadamente útiles para nuestros proyectos de investigación”, explica Ana Osorio, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas que busca causas hereditarias del cáncer de mama y ovario.
“Estamos analizando genes candidatos”,
dice,
“resultado de los cuales encontramos muchas variantes raras que no sabemos si pueden estar o no implicadas en la enfermedad. Uno de los primeros pasos que seguimos es precisamente la consulta de bases de datos como la de 1.000 genomas para ver si estas variantes están descritas y con qué frecuencia, y esto nos orienta sobre si las variantes pueden ser patogénicas o neutrales”,
añade.
Más difícil será encontrar nuevos remedios. Tras hallar variantes genéticas que influyen en una enfermedad, hay que buscar la manera de aplicar ese conocimiento a la práctica médica. Una vía es la aplicación de fármacos conocidos que se ajustan mejor al perfil genético del enfermo, es decir,
“individualizar los tratamientos”,
explica Joaquín Martínez, jefe de Hematología en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. Martínez estudia los genomas de cánceres de la sangre, en especial el mieloma múltiple. La segunda vía es encontrar nuevas “dianas terapéuticas”, como por ejemplo fragmentos antes desconocidos del ADN a los que atacar con fármacos para detener el desarrollo de los tumores.
“En el caso del mieloma múltiple hemos tenido suerte, porque hemos encontrado menos alteraciones genéticas en los tumores de las que pensábamos, por lo que buscar las responsables de la enfermedad va a ser más fácil”,
concluye Martínez.
Aún así, queda mucho trabajo por delante. 1.000 genomas es un número ínfimo frente a los 7.000 millones de genomas humanos que hay en el mundo. Cada uno es único y está compuesto por 3.500 millones de unidades. Cada vez que una de los 100 billones de células de un cuerpo adulto se divide para generar otra célula se producen cambios (mutaciones) en una de esas unidades. La mayoría de ellas son inocuas, pero otras, muchas de ellas aún desconocidas, son la causa de las enfermedades que aún no tienen cura.