miércoles, 29 de mayo de 2013

Cómo ganas peso sin darte cuenta: los “hábitos del gordo”

Comer frutas y verduras, hacer ejercicio físico todos los días, combatir el estrés… Son hábitos de vida saludable que los profesionales de la salud recomiendan incorporar en nuestro día a día, y que, cumplamos o no, sabemos que existen. No es ningún secreto que comer menos y andar más nos llevará a estar más delgados y, en conjunto, más sanos. Pero, para estar en forma no basta con tener hábitos de vida saludable. Además, debemos eliminar aquellos que no lo son.
En su libro The Real Skinny: Appetite for Health´s 101 Fat Habits & Slim Solutions (Tarcher), las nutricionistas Julie Upton y Katherine Brooking repasan los hábitos cotidianos que nos hacen engordar sin que nos demos cuenta. Se trata de costumbres muy arraigadas que repetimos sin reparar en que, a la larga, están dañando nuestra alimentación. Las autoras han bautizado estas acciones como
Fat Habits (“hábitos del gordo”),
y estas son las que consideran más dañinas.
1. Abusas de los productos light
Mucha gente cree que para adelgazar basta comer los mismo de siempre, pero eligiendo variedades light. Es un error. Quizás el bacón suave es más saludable, pero sigue siendo bacón. Los estudios muestran, además, que el consumo de productos light como sustitutivos de los productos azucarados y los refrescos reduce nuestra capacidad para no caer en la tentación cuando se nos ofrece cualquier dulce, por lo que acaban siendo contraproducentes.
2. Comes por aburrimiento
Muchas veces comemos de forma rutinaria, sin disfrutar el momento, engulliendo sin pensar siquiera en lo que estamos ingiriendo. Otras veces comemos por aburrimiento o porque estamos deprimidos. No comemos porque tengamos hambre, comemos para paliar una serie de emociones que nada tienen que ver con una necesidad fisiológica.
Un ejercicio saludable para perder peso consiste en algo tan simple como pensar por qué comemos cuando comemos. Es lo que se conoce como
“alimentación consciente”,
una práctica que deriva de la filosofía mindfulness y cada vez es más popular para perder peso. Basta con comer de forma paciente, relajada, disfrutando del placer de la comida, y saboreando cada bocado, pero sólo cuando tengas hambre. Como explica  Enrique Escauriaza, uno de los mayores especialistas españoles en alimentación consciente,
“si abres la nevera y te quedas mirando para ver qué te apetece comer es que no tienes hambre, vas allí porque te aburres”.
3. Estás obsesionado con comer “perfectamente”
A la hora de enfrentarse a una dieta no tenemos que ser demasiado intransigentes. Es preferible ser realista y seguir un régimen que se adapte a nuestro modo de vida, y que seamos capaces de cumplir. Aunque los resultados tarden en llegar, es preferible no amargar nuestra existencia con dietas demasiado restrictivas que, a la larga, seamos incapaces de seguir. Y si un día nos saltamos la dieta, no debemos preocuparnos. Para mantenernos en un peso saludable no tenemos que hacer grandes esfuerzos, sino cambiar nuestros hábitos a nivel general.  
4. No tienes compañeros que te apoyen
Es muy difícil perder peso si estamos rodeados de amigos y familiares a los que tu esfuerzo por adelgazar no les importa lo más mínimo. A la hora de plantearse seguir una dieta es decisivo pedir ayuda a la gente que nos rodea para que nos pongan las cosas más fáciles. Y si logramos ponernos a dieta junto a nuestra pareja, nuestra familia o algún amigo, mejor que mejor.
Los hábitos saludables se contagian entre amigos y familiares. Si tus planes de fin de semana consisten en salir al campo o hacer deporte es probable que los que te rodean acaben cogiendo el gusto también a este tipo de actividades. Y a ti te dé menos pereza realizarlas. Lo mismo pasa con la dieta. Hacer recetas específicas para una sola persona es mucho más pesado que hacerlo para dos personas. Un estudio de la Universidad de Brown comprobó que la gente que se enfrentaba a una dieta acompañada por alguien perdía más peso que aquellas personas que se enfrentaban a ésta en solitario.
5. Renuncias a tus comidas favoritas
Todos tenemos un plato predilecto al que nos cuesta mucho renunciar. Si tu plato favorito es la menestra de verduras, tienes suerte, pero si lo que te pirra son los macarrones con chorizo tampoco tienes por qué renunciar a ellos. Las dietas no funcionan a largo plazo si restringimos por completo las comidas que más nos gustan porque, tarde o temprano, acabaremos cayendo en la tentación. Es más sensato reducir su consumo, o compensar las calorías que has ganado con tu comida favorita con la reducción en otro tipo de cosas que no te gustan tanto.
6. Quieres ir demasiado deprisa
Plantearse retos demasiado ambiciosos en materia de alimentación sólo puede llevarnos a dos situaciones: el fracaso, por no poder seguir el ritmo, o la consulta del médico, por pasarnos de la raya. Los nutricionistas lo repiten por activa y por pasiva, pero muchos siguen sin hacerles caso: las dietas milagro no funcionan. Perder peso es un proceso largo, y es mejor planteárselo sin un objetivo concreto, más allá de tener unos hábitos alimenticios más saludables.
7. Comes con otras distracciones
Si sueles comer mientras haces otras cosas, ya sea ver la tele o trabajar con el ordenador, probablemente estés tomando más calorías de la cuenta. Una revisión de estudios publicada hace unos meses en The American Journal of Clinical Nutrition, llegó a una contundente conclusión: comer distraídos no sólo hace que comamos más, además nos hace menos conscientes del tipo de alimentos que nos llevamos a la boca, lo que, a la larga, hace que nuestra dieta sea peor, pues ni siquiera sabemos en qué consiste.
8. Vas a restaurantes más de dos veces por semana
Diversas investigaciones han mostrado que comer fuera es un importante factor disruptivo en una dieta. Según varios estudios, la gente que come en restaurantes más de dos veces por semanagana más kilos de media al año que aquellos que comen fuera con menos frecuencia.
Lo cierto es que en los restaurantes se sirven raciones más grandes de las que acostumbramos a tomar en casa y, además, tomamos más platos (¿quién come entrantes en su propio domicilio?). Si quieres adelgazar es conveniente que intentes salir a comer fuera sólo en ocasiones especiales, y si no puedes evitar los restaurantes trata de elegir los platos más saludables, prestando atención a la información nutricional que se ofrezca.
9. Bebes calorías en vez de comerlas
En la actualidad, gran parte de las calorías que consumimos a lo largo del día provienen de líquidos. Dado que las bebidas llenan menos que la comida, su consumo excesivo puede llevar a una ingesta de calorías desproporcionada. Para adelgazar es un requisito indispensable reducir lo máximo posible el consumo de refrescos azucarados y bebidas alcohólicas, que son unas de las mayores fuentes de calorías.
10. Duermes menos de lo debido
Durante el último siglo, el tiempo que pasamos durmiendo ha disminuido de forma sostenida en todo el mundo desarrollado. Antes de la I Guerra Mundial dormíamos de media nueve horas, hoy en día dormimos siete. Esto, en principio, no debería hacernos más gordos, sino todo lo contrario, pues durmiendo quemamos menos calorías, pero la falta de sueño hace que cambien nuestros ritmos circadianos, y esto provoca que tengamos hábitos alimenticios menos saludables (como atiborrarnos de comida justo antes de dormir).