martes, 21 de mayo de 2013

Las lecciones que la vida enseñó al "Cuarto jinete del ateísmo"

El profesor estadounidense Daniel Dennett es uno de los grandes científicos cognitivos y filósofos de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Boston, pocos pensadores han reflexionado con la misma profundidad que él sobre la forma en que la conciencia y el pensamiento humanos se configuran en nuestro día a día. Autor de algunos de los grandes libros de ciencia divulgativa de las últimas décadas, Dennett vuelve ahora al panorama editorial con un nuevo libro que acaba de ser publicado en el mercado anglosajón, Intuition Pumps and Other Tools for Thinking (W. W. Norton & Company).
En dicho volumen, el Premio Erasmus 2012 expone qué herramientas cognitivas debemos utilizar para pensar con mayor claridad, especialmente cuando tratamos con aquellos aspectos del conocimiento humano en los que nos encontramos con más problemas. Es lo que él denomina
“intuition pumps” (o, en castellano, “surtidores de la intuición”).
Se trata de un término que Dennett empleó por primera vez en
La naturaleza de la conciencia: cerebro, mente y lenguaje (Paidós Ibérica): se trata de aquellos experimentos mentales diseñados para obtener respuestas intuitivas sobre cuestiones complejas. Se trata de un término tanto peyorativo como positivo, ya que si bien puede facilitar la comprensión de materias difíciles, en muchas ocasiones, recurre a atajos mentales que nos desvían de la verdad.
Aprender a pensar para desenvolverse en la vida
“Pensar es difícil. Pensar sobre algunas cuestiones en concreto es tan difícil que puede hacer que te duela la cabeza simplemente por el hecho de pensar sobre tener que pensar sobre ellas”,
indica en el prólogo del libro el profesor de la Universidad de Tufts.
“Mi colega el neurofisiólogo Marcel Kinsbourne sugiere que siempre que encontramos difícil pensar, es porque el camino empedrado que conduce a la verdad compite con otros más sencillos que terminan en vías muertas. La mayor parte de nuestro esfuerzo en el pensamiento debería centrarse en resistir esas tentaciones. Caemos en emboscadas y tenemos que armarnos de valor”.
Las lecciones que la vida nos proporciona tienen que ver, en primera instancia, con el aprendizaje de mecanismos que nos permiten pensar más acertadamente. El pensamiento es parte esencial de la vida del ser humano, y como tal, lo utilizamos como una de nuestras principales herramientas en el día a día. Pensar de manera apropiada es complicado, pero indispensable para no confundirse a la hora de tomar decisiones, realizar generalizaciones que no vienen al caso o defender nuestras ideas con argumentos inapropiados. El libro de Dennett está lleno de lecciones aprendidas de su vida cotidiana que ha aplicado a sus procesos lógico-deductivos, lo que le ha permitido hacer de su existencia algo más feliz.
Dennett ha recibido el sobrenombre de
“uno de los cuatro jinetes” del ateísmo (junto a sus colegas Richard Dawkins, Christopher Hitchens y Sam Harris)
debido a su crítica de la religión, que en su opinión, debe ser abordada desde un punto de vista analítico, crítico y racional con el objetivo de poner de relieve sus contradicciones. El profesor afirma que la religión es otro escalón más del proceso evolutivo, tal y como expone en Romper el hechizo: la religión como un fenómeno natural (Katz). En dicho volumen, Dennett explica que el fenómeno religioso escapa a los límites de la investigación científica.
El nuevo trabajo del científico de Boston está dividido en diferentes capítulos que exponen, punto por punto, cuáles son las herramientas que su experiencia vital le ha proporcionado para pensar mejor, y por tanto para ser más feliz.
¿De qué manera podemos mejorar nuestra adaptación al mundo, que al fin y al cabo, es el objetivo de la evolución humana?
•Debemos aprender de nuestros errores.
En Making Mistakes, Dennett protesta contra la mala fama que acarrea la afirmación
“cuando se me ocurrió, parecía buena idea”.
Hoy pensamos que aquellos que la pronuncian están disculpándose por no haber reflexionado lo suficiente antes de cometer un error, pero el profesor recuerda que una de las características que diferencian a los seres humanos de los animales es que estos pueden reflexionar a posteriori sobre la conveniencia de sus actos. Dennett afirma que nuestra reacción ante una equivocación no debería ser la más frecuente (ira y vergüenza), sino la de aprender de manera fría y desapasionada de aquello que hemos hecho mal. Al fin y al cabo, en la ciencia, todos los errores se realizan en público, ya que hay que exponerlos para que la comunidad científica pueda aprender de ellos.
•La reducción al absurdo puede resultar demasiado absurda.
Dennett alerta a los pensadores contra una de las estrategias más habituales empleadas en cualquier discusión, que es la reducción al absurdo, es decir, el argumento lógico que tiene como objetivo poner al descubierto las contradicciones inherentes a un razonamiento, llevando este al extremo. El profesor explica que si bien es natural buscar los puntos flojos de un proceso lógico, no debemos ridiculizar a nuestro oponente parodiando sus puntos de vista, puesto que en muchos casos ello provoca que nos fijemos en lo accesorio y no en lo esencial. La crítica ha de ser constructiva, no destructiva.
•La palabra “seguramente” quiere decir mucho más de lo que parece.
El científico alerta que debemos tener cuidado cada vez que veamos escrita la palabra
“seguramente”
o cualquiera de sus sinónimos, ya que allí donde aparece es probable que el argumento al que acompaña sea bastante endeble. Como atenuantes que son, estas expresiones son una forma de salvaguardarse ante una idea con poca base científica o que no se ha podido demostrar. Si fuese así, recuerda Dennett, se trataría de una afirmación o negación absolutas que a continuación se procedería a demostrar.
•Responde a las preguntas retóricas.
Ocurre algo semejante que con el punto anterior, ya que como aquel, se trata de un atajo utilizado por los escritores para evitar tener que defender con argumentos y datos una idea concreta. Las preguntas retóricas no tienen como objetivo ser contestadas, sino apelar de forma directa a los sentimientos del lector. Dennett propone que hagamos lo que el autor no se espera y contestemos la cuestión de aquella manera que no se encuentra implícita a la pregunta. Por ejemplo, ante un interrogante como
“¿no es verdad que Dios existe en todas las culturas?”,
que busca como respuesta un “sí”, deberíamos preguntarnos si la respuesta no debería ser
“no está tan claro”.
•La navaja de Ockham funciona sólo a ratos.
Este es uno de los argumentos que Dennett utiliza para poner en tela de juicio la existencia de Dios, ya que según explica, no es lo más sencillo recurrir a una instancia supernatural para explicar la existencia del mundo. Aunque reconoce que en ocasiones puede ser “útil”, también recuerda que no deberíamos elevar sus principios a un
“principio metafísico”
o un
“requisito fundamental de toda racionalidad”.
•Hay mucha basura en el mundo, pero no todo lo es.
Dicha máxima, acuñada por el escritor de ciencia-ficción Theodore Sturgeon para referirse a dicho género literario, afirma que
“el 90% de todo es basura” (o “mierda” en sus versiones más radicales).
Dennett indica que dicha idea puede conducirnos a desdeñar todo un campo de la ciencia, del arte o de la vida sin dar oportunidad a todo aquello aprovechable que existe, por lo que deberíamos
“centrarnos en lo bueno”
en lugar de buscar siempre lo malo.
•Cuidado con los “profundismos” que parecen verdades universales.
Dennett utiliza el neologismo
“deepity” (algo así como “profundismo”)
para referirse a esas sentencias que abundan en la ciencia y que son capaces de conjugar en una misma frase
“verdad, importancia y ambigüedad”.
A simple vista, indica Dennett, dichas asunciones parecen falsas, pero si lsa vuelves a leer, de repente parecen mostrar su auténtica y verdadera cara. Algunos ejemplos de estos profundismos son
“de la filosofía no se aprende nada”,
“la Teoría de la Gravedad es tan sólo una teoría”
o
“un cigoto humano es un humano”.