martes, 21 de mayo de 2013

Maurice Saatchi: “Quiero ser el hombre que curó el cáncer”

El publicista Maurice Saatchi no se anda por las ramas. Y sabe cómo entregar un buen titular.
“Aspiro a protagonizar la portada de la revista Time como ‘El hombre que curó el cáncer’”,
afirmó en una entrevista en el dominical británico The Sunday Times.
“Después de eso, podré descansar”.
En los 80 Saatchi, junto a su hermano, creó la mayor agencia de publicidad del mundo, Saatchi & Saatchi; famosa, entre otras cosas, por organizar la campaña que llevó a Margaret Thatcher al 10 de Downing Street bajo el lema Labour isn’t working (“El Laborismo no está funcionando”).
Ahora planea usar los resortes del marketing, que tan bien sabe manejar, con un objetivo muy distinto: lograr que el Parlamento británico apruebe una ley que proteja a los médicos que decidan aplicar tratamientos innovadores para combatir el cáncer.
El publicista no sabía nada de la enfermedad, hasta que le tocó de cerca. Su mujer, la novelista Josephine Hart –famosa por su superventas Herida, que llevó a la gran pantalla el director Louis Malle­­– murió hace dos años de un complicado cáncer de ovario (en concreto, un carcinoma peritoneal primario). Desde que supo que su mujer padecía la enfermedad ha dedicado día y noche a comprender las razones por las que el cáncer se lleva tantísimas vidas por delante y ha llegado a una conclusión: el progreso científico está siendo obstaculizado por barreras legales.
Un tratamiento “medieval”
En opinión de Saatchi, la sociedad ha llegado a la conclusión de que el cáncer es una enfermedad implacable y despiadada, en parte porque los tratamientos que se aplican son
“medievales, degradantes e inefectivos”.
El publicista está convencido de que se ha avanzado muchísimo en el conocimiento del cáncer, pero los nuevos procedimientos que descubren los científicos tardan demasiado en llegar a los pacientes, si es que llegan. Y todo el retraso se debe al temor de los médicos a ser demandados. Ningún oncólogo quiere innovar en los tratamientos, aunque la vida de los pacientes esté perdida de antemano si se siguen los procedimientos estándar, por miedo a entrar en litigios millonarios que pueden acabar con su carrera y su reputación en un santiamén.
“Por eso no hay una cura para el cáncer”,
asegura.
“La innovación se ve como desviación. Y si no hay desviación no hay innovación”.
El pasado diciembre Saatchi llevó a la Cámara de los Lores su proyecto de ley sobre Innovación Médica, cuyo objetivo es otorgar una mayor independencia a los doctores, y un respaldo legal para probar nuevos procedimientos con el consentimiento de la familia y un panel de expertos. Desde entonces no ha dejado de conceder entrevistas y participar en charlas para promover su iniciativa.
Desde que murió su mujer, asegura, se ha convertido en un experto en cáncer ginecológico y está convencido de que en muchas de las pacientes los procedimientos estándar sólo sirven para agravar su situación.
“Causan tales daños al sistema inmunológico que la mujer tiene más probabilidades de morir por los efectos del tratamiento que por el propio cáncer”,
explicó el publicista en una entrevista con The Telegraph.
“Se tortura a las mujeres antes de morir. ¿Por qué? Porque es lo que exige la ley. Si los médicos no se adhieren al procedimiento estándar se arriesgan a perder su trabajo y su reputación. Así que están obligados a repetir un experimento fallido una y otra vez”.
Y es algo que, explica, ocurre en todo el mundo:
“Josephine habría sufrido el mismo procedimiento en todo el mundo; las mismas drogas, la misma operación, todo igual”.
En opinión del publicista, si no hay cambios legales seguiremos desaprovechando las oportunidades que nos brindan los propios pacientes para conocer la enfermedad:
“Murieron diez mil personas el año pasado, y miles más morirán este año. Quizás más el que viene. La premisa del proyecto de ley es que todas estas muertes, con la tragedia que conlleva cada una de ellas, se desperdician. No estamos aprendiendo nada de ellas. El proceso científico se ha cortado por la mitad. La parte que atañe a los procedimientos entre el doctor y el paciente se ha detenido por completo. La otra mitad se limita a los ensayos clínicos, de los que se excluye a los médicos”.
¿Experimentación indiscriminada?
Para que un fármaco o tratamiento se estandarice tiene que pasar por varios ensayos clínicos. Tal como explica Graciela García, oncóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer, no es hasta la fase III cuando se sabe si el tratamiento es demasiado tóxico. Para aprobar un tratamiento, explica, hay una máxima: debe ser mejor que el procedimiento estándar que se aplicaba hasta entonces.
En opinión de García, es necesario potenciar y promover la realización de más ensayos clínicos, pero deben ser controlados. Si se experimentara con los pacientes de forma indiscriminada, tal como cree plantea Saatchi, puede que aumentara el sufrimiento de estos sin que necesariamente obtuviéramos algo a cambio.
En opinión de la oncóloga hay que entender las dos razones por las que existe una legislación que limita la experimentación sobre los pacientes. En primer lugar, para no causar daño innecesario en los enfermos, “porque las terapias contra el cáncer causan muchos efectos secundarios”.
En segundo lugar, explica, porque se evitan comportamientos abusivos:
“Las farmacéuticas son las que más investigan y han logrado que avance mucho la investigación. Pero tienen intereses y si se abriera la veda… No sé de lo que serían capaces”.
Saatchi ha escuchado estos argumentos, pero sigue convencido de que su propuesta sería beneficiosa. Aunque reconoce que su motivación es especial, cree que su dolor no le impide pensar racionalmente, y está convencido de que no tiene sentido seguir coartando la experimentación sobre el cáncer:
“Tenemos drogas de hace 40 años, procedimientos quirúrgicos de hace 40 años y un ratio de supervivencia, en muchos tipos de cáncer, similar al de hace 40 años”.
¿Deberíamos eliminar gran parte de la burocracia y ser más atrevidos? Saatchi está convencido de que sí, pero ni la comunidad médica, ni el Parlamento británico, parecen tenerlo tan claro. Lo que sí es seguro es que tienen enfrente a un tipo persuasivo.