lunes, 13 de mayo de 2013

La Luna y la Tierra comparten el mismo agua

Hace 4.500 millones de años un objeto gigantesco chocó contra la Tierra y, de los fragmentos desprendidos, nació la Luna. El impacto provocó tal calor que todo el hidrógeno se evaporó y se perdió en el espacio, dejando tanto a la Tierra como a su satélite secos. Más tarde, el agua volvió a la Tierra en meteoritos y a la Luna en cometas.

Hasta hoy, esta era la creencia más aceptada. Pero, ahora, una investigación ha demostrado que el origen del agua encontrada de las rocas traídas por las misiones Apolo es el mismo que el del agua terrestre.
“La explicación más simple es que el hidrógeno ya estaba en la Tierra en el momento del gran impacto y que no hubo una pérdida significativa durante la formación de la Luna”,
explica a SINC Alberto Saal, científico de la Universidad de Brown (EE UU) y autor del artículo que recoge los resultados en Science Express.
Para determinar el origen, los investigadores analizaron la proporción de deuterio –un isótopo del hidrógeno– en la muestra. Las moléculas de agua formadas cerca del sol tienen, en general, menos deuterio que las formadas en los bordes exteriores del sistema solar.
Según los investigadores, la proporción de este isótopo en el agua lunar es la misma que en el 98 % de la terrestre. Además, ambas coinciden con la de las condritas carbonáceas, unos primitivos meteoritos formados cerca de Júpiter
“que fueron el origen común de los componentes volátiles de la Tierra y la Luna –según Saal–, y probablemente de todo el sistema solar interno”.
La Luna nunca se quedó seca

El hidrógeno analizado se encuentra atrapado en cristales volcánicos y, gracias a esto, no se perdió en las erupciones lunares y los investigadores han podido hacerse una idea de cómo es el interior de la Luna.
Fue en 2011 cuando otra investigación realizada por el mismo equipo observó que estas muestras tenían tanta agua encerrada como las lavas del fondo del océano terrestre.
“Entonces, las implicaciones fueron que el interior de ambos cuerpos celestes albergaba reservas con cantidades equivalentes de hidrógeno”,
explica el cientifico.
“El punto principal de nuestro nuevo artículo es que el hidrógeno de la Luna no se originó en cometas como se pensaba, sino en meteoritos primitivos como los que lo trajeron a la Tierra”,
señala Saal.
Estos resultados no son necesariamente incompatibles con la idea de que la Luna se formó a partir del gran impacto de un asteroide en los inicios de la vida de la Tierra, pero plantean la incógnita de cómo es posible que el agua sobreviviera a semejante colisión.
“Necesitamos volver al inicio y descubrir más sobre lo que provocan los grandes impactos”
concluye el investigador.