martes, 7 de mayo de 2013

Ahora se entiende todo: “Keynes tenía esas teorías económicas porque era gay”...

Niall Ferguson es un conocido profesor de la Universidad de Harvard, famoso por sus teorías en defensa de la austeridad. En sus libros y conferencias critica duramente las teorías de John Maynard Keynes, el histórico economista que apostó por el endeudamiento del Estado en pos de la dinamización de la economía.
En opinión de Keynes, y en la de sus seguidores –como el premio Nobel de economía Paul Krugman–, el aumento del déficit estatal durante las recesiones económicas pueden compensar el débil gasto del sector privado, ayudar a la generación de empleo, incentivar el consumo y mantener el bienestar social, en espera de que se recupere el sector privado. Para Ferguson, no obstante, el endeudamiento sólo lleva a una situación peor de la que se partía, algo en lo que insiste en su último libro, La gran degeneración (Debate), que acaba de publicarse en España.

En una conferencia impartida el pasado viernes en Carlsbad (California) ante 500 inversores privados, Ferguson insistió en una idea compartida por los críticos a Keynes: que las teorías del economista sólo funcionan en el corto plazo y no tienen en cuenta lo que puede ocurrir con las generaciones futuras. Pero en esta ocasión Ferguson fue más allá. En su opinión a Keynes le traía sin cuidado el largo plazo porque no tenía descendencia, y no la iba a tener nunca pues era homosexual. Según Ferguson, el británico tenía una visión egoísta del mundo porque era un “degenerado”. Sus teorías, aseguró, son consecuencia directa de su condición sexual.
Una polémica de largo alcance
Después de que la revista Business Insider recogiera las declaraciones de Ferguson, el economista no tardó en emitir una carta de disculpa, reconociendo que sus comentarios sobre Keynes habían sido
“tan estúpidos como insensibles”.
En la misiva Ferguson explica que estaba respondiendo a una pregunta sobre la famosa frase de Keynes, que dijo que
“a largo plazo todos estamos muertos”;
una frase que en su opinión es tremendamente egoísta, pues
“a largo plazo nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros bisnietos están vivos, y tenemos que ser responsables de nuestras acciones económicas”.
En la carta Ferguson reconoce que su argumento sobre la homosexualidad de Keynes es
“doblemente estúpido”,
pues
“es obvio”
que las personas que no tienen hijos se preocupan también por las generaciones futuras y, además, la mujer de Keynes, Lydia Lopokova, sufrió un aborto.

Aunque la carta enviada de Ferguson es clara y concisa, hay quien duda de su sinceridad. Según ha explicado a The Times el economista Michal Kitson, profesor de la Universidad de Cambrigde, las palabras de su compañero no son observaciones marginales, pues escuchó un argumento similar en su boca hace 20 años. Además, la crítica sobre la homosexualidad de Keynes aparece en uno de sus más conocidos libros, The Pity of War (Basic Books, 1998), en el que asegura que el economista se opuso a la Primera Guerra Mundial porque estaba profundamente triste debido a que su vida sexual entró en declive,
“dado que los chicos con los que le gustaba ligar en Londres se habían alistado”.
Lo cierto es que Keynes fue un reconocido homosexual, y mantuvo numerosas relaciones con otros hombres hasta su matrimonio con Lopokova a quien, según sus biógrafos, profeso un verdadero amor. Lo que no parece cierto es que Keynes no quisiera tener descendencia. Según ha explicado en The Guardian Judith Mackrell, la biógrafa de la mujer de Keynes, el economista y la bailarina vivieron un matrimonio apasionado, dónde el sexo jugó su papel, y trataron por todos los medios de tener hijos. Mackreel cree que Keynes nunca dejó de lado a los hombres, pero sí hacía el amor con su mujer y hablaron repetidamente de ser padres. Si no lo lograron fue por un problema de infertilidad que no se ha logrado aclarar.
¿Una mala interpretación interesada?
Al margen de la vida personal de Keynes, ¿era su visión de la economía verdaderamente egoísta? Ferguson no es el primero que asegura que el británico no se preocupaba por el futuro, una idea muy extendida entre los economistas neoliberales que suelen citar la famosa frase de Keynes,
“en el largo plazo, todos estamos muertos”.
Según sus defensores, no obstante, sus palabras están sacadas de contexto, cuando en realidad Keynes quería decir lo contrario. Pocos, de hecho, han leído lo que venía después de su famosa cita, que pronunció en 1923:
“En el largo plazo todos estamos muertos. Los economistas se ponen a sí mismos unas tareas muy fáciles e inútiles si en épocas tempestuosas sólo pueden decirnos que la tormenta ha terminado cuando el océano está en calma”.
Para Henry Blodget, redactor jefe y CEO de Business Insider, no sólo es injusto ligar una teoría económica a las circunstancias personales de su creador
–“es como si dijéramos que la filosofía económica de Fergunson está basada en que es rico y famoso y, por tanto, no le importa en absoluto lo que le ocurra a los pobres y desempleados”–,
además es insultante decir que Keynes no se preocupó por el bienestar de las generaciones futuras.
En opinión de Blodget, muchos economistas antikeynesianos se olvidan de que el británico no sólo pidió que los gobiernos se endeudaran durante las recesiones, además pidió que lograran superávit durante los periodos de crecimiento económico.
“Los políticos nunca han sido capaces de seguir la segunda parte de la teoría de Keynes, pues incurren en déficit todo el tiempo, pero parece injusto culpar de este fallo a Keynes”,
concluye el periodista.