lunes, 3 de marzo de 2014

Hacia el mundo feliz de los robots

Muy pronto habrá máquinas capaces de llevar a cabo tareas que hoy por hoy sólo están al alcance de los seres humanos. Así lo advierten los profesores Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en el libro The Second Machine Age (La segunda era de las máquinas), un ensayo que ha suscitado un fuerte debate en Estados Unidos y que explora las oportunidades y los peligros que nos aguardan en la era de los robots.
«El título del libro es una referencia a la Revolución Industrial»,
explicaba el profesor Brynjolfsson en su despacho luminoso junto al río Charles.
«Entonces el poder muscular dio paso a la máquina de vapor y a los motores eléctricos. Hoy está ocurriendo algo similar con nuestros cerebros. Las tareas que antes solía llevar a cabo nuestra mente empiezan a hacerlas máquinas con una memoria cada vez mayor».

Esas máquinas serán cada vez más baratas gracias a las impresoras en tres dimensiones y al crecimiento exponencial de la computación. Los autores del libro citan el ejemplo de Baxter: un robot fabricado por una empresa de Massachusetts que es capaz de hacer el trabajo del obrero de una fábrica por apenas tres euros por hora y que es capaz de aprender.
«Esa cifra será cada vez menor y Baxter desarrollará tareas cada vez más complejas durante 24 horas todos los días del año»,
señala McAfee, que al igual que su colega ejerce como profesor del MIT. La revolución que se avecina no sería posible si no fuera por el crecimiento exponencial de la potencia de los ordenadores, que ha permitido resolver desafíos que hasta ahora parecían imposibles para un robot.

El libro menciona hitos recientes como el coche sin conductor de Google, que suma miles de kilómetros circulando por autopistas californianas. Pero también máquinas que automatizarán sectores económicos que por ahora permanecen a salvo y en los que trabajan compañías como Kiva, Boston Dynamics o iRobot. «Hasta ahora dábamos por hecho que los ordenadores eran mejores que nosotros a la hora de seguir instrucciones rutinarias y peores a la hora de gestionar fenómenos irregulares»,
explicaba el profesor McAfee.
«Pero incluso eso está empezando a cambiar».

Brynjolfsson y McAfee auguran que esta segunda era de las máquinas creará grandes beneficios económicos y ayudará a la humanidad a erradicar la pobreza antes de 2035. Pero advierten que también podría disparar el desempleo y acentuar las desigualdades si los políticos no toman decisiones que atenúen el impacto de la tecnología sobre el mercado laboral.

«Nadie lo tiene peor en este entorno que un trabajador sin ninguna habilidad extraordinaria»,
explica Brynjolfsson, que asegura que los empleos en peligro no tienen por qué ser los más básicos en la escala salarial.

Los autores del libro recuerdan unas frases muy oportunas del psicólogo Steven Pinker:
«A medida que aparezca la nueva generación de dispositivos inteligentes, serán los puestos de trabajo de los analistas bursátiles y los ingenieros químicos los que corran peligro. Los de los jardineros, los recepcionistas y los cocineros estarán a salvo durante décadas».

Podría disparar el desepleo
Las máquinas son menos eficientes que los seres humanos en tareas que requieren movimiento, empatía o improvisación. Pero su desarrollo empieza a amenazar a profesionales cuyos empleos requieren una memoria notable y una gran preparación.

«El caso más evidente es el de los médicos especializados en diagnosticar las enfermedades graves»,
explica McAfee.
«Son personas capaces de distinguir un tumor menor de uno en fase terminal. Sus conocimientos serán cada vez menos valiosos porque ya existen ordenadores que pueden examinar millones de variables y hacer el diagnóstico de un cáncer de mama. Algunos ya son tan buenos como un médico de carne y hueso y la tecnología no dejará de mejorar».

Pronto ocurrirá algo similar con los agentes bursátiles y con algunos periodistas, cuyas tareas menos creativas enseguida estarán en manos de un ordenador.
«Conservarán sus empleos quienes aprendan a trabajar con las máquinas y aprovechen su potencial para resolver problemas que aún no hemos resuelto»,
dice pensativo Brynjolfsson, que advierte contra tentaciones ludditas y recuerda que no tiene sentido frenar el progreso con más regulación.

El auge de la robótica tiene que ver con la inversión de los organismos del Estado. Pero también con la democratización de la informática, que permite que empresas pequeñas y genios adolescentes experimenten con tecnologías que hasta ahora sólo estaban al alcance de una gran corporación.

«Uno de nuestros colegas del MIT suele decir que el iPhone no sería posible sin inversiones que Estados Unidos hizo para el programa espacial en los años 80»,
explica McAfee.
«Empresas como Google han invertido mucho en investigación básica en los últimos años. Pero el dinero del Estado suele estar en el árbol genealógico de cualquier gran innovación».

Cualquier sector está amenazado
Los autores del libro exhortan a los políticos a reinventar el sistema educativo potenciando aspectos como la creatividad, el espíritu empresarial o la inteligencia emocional.
«Ocurrió algo similar durante la Revolución Industrial»,
explica Brynjolfsoon.
«Los gobiernos de los países europeos crearon entonces unas escuelas que alfabetizaron a millones de personas y las ayudaron a lidiar con los problemas de la gran ciudad. Ahora deberíamos revolucionar la educación pensando en el entorno que nos espera».

Los autores de The Second Age Machine aseguran que cualquier sector está amenazado por el tsunami tecnológico que se avecina.
«No basta con invertir en tecnología»,
explica Brynjolfsson.
«Cada compañía deberá reinventar su modelo de negocio, volver a formar a sus empleados y replantearse qué valor tiene lo que ofrece a sus clientes. A menudo son empresas nuevas las que aprovechan las oportunidades de la tecnología pero no siempre es así».

Y sin embargo, muchos consejeros delegados se resisten a cambiar la organización de sus empresas. Un extremo que ya ocurrió a finales del siglo XIX cuando la llegada de la electricidad obligó a cambiar la planta de las fábricas, cuya estructura giraba hasta entonces en torno a los grandes motores a vapor.
«Es un problema de mentalidad»,
dice McAfee.
«Lo más difícil no es adquirir la tecnología sino convencer a directivos que han triunfado ofreciendo un servicio de una forma durante décadas y que se resisten a admitir que eso no tiene futuro. La transformación sólo es posible con un visionario que ejerza un liderazgo muy poderoso. Sólo cambian las empresas dirigidas por alguien que comprende la importancia del cambio y que está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para impulsarlo».

The Second Machine Age detalla los posibles efectos de la revolución tecnológica que se avecina. Pero sus autores no son ni apocalípticos ni integrados y subrayan que somos nosotros quienes construiremos al futuro de la humanidad.
«El motivo por el que escribimos el libro es que no creemos que ningún futuro sea inevitable»,
dice Brynjolfsson.
«Ni el utópico en el que todo el mundo vive en la abundancia ni el peor escenario posible. Es importante que la gente comprenda que podemos dar forma a nuestro futuro más que en ningún momento de nuestra historia. Básicamente porque tenemos herramientas más poderosas que cualquiera de nuestros antepasados y vivimos en un mundo más libre y más flexible. No debemos pensar cómo será el futuro sino cómo queremos que sea. Pensemos qué futuro queremos y luchemos por él».