miércoles, 12 de marzo de 2014

La paradoja de la felicidad: todos la buscan, nadie sabe en qué consiste

La felicidad se ha convertido en un objetivo central en nuestra cultura y por extensión en nuestras vidas. Sabemos que la felicidad está relacionada con el éxito personal y profesional, con un mejor rendimiento intelectual, con el bienestar psicológico y la salud física. Es difícil definir la felicidad, pero casi todos sabemos que queremos ser felices. La cuestión es, ¿para qué? Si miramos con sinceridad en nuestro interior y tratamos de responder a esta pregunta, es posible que encontremos una de las siguientes respuestas. En primer lugar, algunas personas contestarán que la felicidad es un objetivo en sí misma, es decir, que no hay un para qué, el objetivo final es ser más y más felices cada día. Por otra parte, otras personas pensarán que la felicidad es un medio, quieren ser más felices porque creen que así alcanzarán mejor y más rápido alguno de sus objetivos.

A priori ninguna respuesta parece mala. Si la felicidad es algo que puede conseguirse tocando los interruptores adecuados, basta con encontrar esos interruptores y todos viviremos las ventajas que lleva asociadas. Sin embargo parece que el problema no es tan sencillo y predecible. Dos investigaciones recientes llevadas a cabo por Iris B. Mauss y sus colaboradores en la Universidad de Denver han puesto de manifiesto algunos riesgos importantes en este sentido.

En el primero de los dos trabajos los autores compararon los efectos emocionales de la búsqueda de la felicidad en diferentes condiciones. Concretamente comprobaron que cuando las condiciones externas son buenas, y por tanto es razonable sentirse bien, aquellas personas que valoraban y perseguían más intensamente la felicidad tendían a sentirse peor que aquellas que tenían una actitud más neutra y menos exigente frente a este sentimiento. Los autores concluyeron que el efecto se debe a las expectativas, dado que la situación era positiva, los fallos en el intento por ser felices no podían atribuirse a factores externos, por lo que las personas tendían a asumir que eran ellos mismos quienes fallaban y eso hacía que su experiencia emocional fuera menos positiva.

En el segundo experimento los investigadores replicaron las condiciones anteriores, pero en este caso comprobaron el efecto de la búsqueda de la felicidad sobre los sentimientos de soledad. Los resultados mostraron un efecto similar. Si el contexto favorecía la sociabilidad y las relaciones interpersonales, aquellas personas que valoraban y perseguían la felicidad con más intensidad tendían a sentirse más solas que las que mantenían una posición más neutra. En este caso la interpretación de los autores tenía que ver con un exceso de atención hacia uno mismo, es decir, al intentar sentirnos bien tendemos a focalizarnos en exceso en nosotros mismos, haciendo que nuestra conexión con los demás sea de menos calidad y potenciando así la sensación de soledad.

La felicidad nunca es permanente
Es difícil sacar una conclusión firme, ¿debemos renunciar a la felicidad como objetivo principal en nuestras vidas? La respuesta es claramente no, ¡faltaría más! lo que parece importante es poner el foco en la forma y la intensidad con la que nos empeñamos en ser felices. Quizá la clave está en la posición que adoptamos. Si nuestra estrategia consiste en esperar a que la felicidad llegue desde fuera, si lo único que hacemos es mirar al cielo esperando que la felicidad caiga y nos impregne mágicamente, parece que estamos expuestos a ciertos efectos paradójicos, o dicho de otra forma, que corremos el riesgo de gastar tiempo y energías buscando algo que se aleja más cuanto más corremos para alcanzarlo. Por el contrario, si asumimos la responsabilidad de lo que hacemos, si nos centramos en la acción, en ponernos en marcha haciendo realidad las cosas que nos importan, y cuidando a las personas que forman parte de nuestras vidas, es posible que los resultados sean más satisfactorios.

Cuando buscamos realizarnos y ser la mejor versión posible de las personas que nos ha tocado ser, entonces la felicidad aparecerá de vez en cuando. Sí, efectivamente sólo aparecerá de vez en cuando, porque lo más normal es que también de vez en cuando sintamos otras cosas, miedo, rabia, tristeza,… No debemos olvidar que las emociones son herramientas, sirven para afrontar mejor las situaciones complejas o inesperadas. Sentir esas otras emociones y saber sacarles partido es mucho mejor que vivir en un estado de felicidad permanente.

Cuando asumimos esto estamos quitándonos una importante limitación, ahora podemos hacer lo que queramos y cuando queramos aunque no nos sintamos bien de manera inmediata. Cuando llevamos a nuestros hijos al dentista sabemos que, ni ellos, ni nosotros, ni probablemente el dentista, seremos felices en las horas próximas a la cita. Sin embargo, sabemos que lo importante es resolver eso que no iba bien, aunque cueste, aunque nos dé una pena enorme pasar por ese momento. La felicidad aparecerá de vez en cuando, pero la satisfacción y la sensación calmada de realización y de control sobe nuestras vidas será más intensa y constante, y esta si que depende de nosotros, solo de cada uno de nosotros, de lo que hacemos y de lo que pensamos.

*Daniel Peña Molino es doctor en psicología, consultor de Recursos Humanos y coach ejecutivo.