martes, 25 de febrero de 2014

Los lobos logran modificar el curso de los ríos

Un vídeo está corriendo estos días como la pólvora por Internet. Ha sido colgado por la página norteamericana Sustainable Man y subtitulado al castellano en La Voz del Muro. Explica el sorprendente cambio registrado en el Parque Nacional de Yellowstone (Estados Unidos), tras la reintroducción del lobo. Extinguido de la región hacía 70 años, su llegada en 1995 fue concienzudamente seguida por los científicos. Y el resultado es que los cánidos salvajes han logrado modificar los cauces de varios ríos.
Su aparición, es verdad, ha eliminado a algunos competidores como el coyote. Pero por el contrario, ha beneficiado enormemente a decenas de especies amenazadas.

¿Cómo ha sido posible algo así? El secreto está en lo que en ecología se conoce como
“cascadas tróficas“.

Hasta la llegada de los lobos, el número de ciervos se había disparado, pues en Yellowstone la caza está prohibida. En consecuencia, la vegetación natural se encontraba seriamente dañada. Los lobos empezaron a cazar ciervos, pues eran presa fácil para ellos, pero lo más interesante fue el cambio que se produjo en el comportamiento de esos grandes herbívoros. Atemorizados por el nuevo depredador, dejaron de frecuentar los lugares más desprotegidos como el fondo de los valles. E inmediatamente, en esas zonas comenzó a regenerarse la vegetación natural. En algunos sitios, la altura de los árboles se quintuplicó en sólo 6 años.

Las hasta entonces orillas desforestadas de los ríos pronto se cubrieron de sauces y álamos. Detrás de ellos llegaron las aves forestales, muchas especies hasta entonces inexistentes. Y también aparecieron los castores, amigos de roer árboles y hacer grandes presas que modifican el curso de los ríos. Es así como los lobos lograron cambiar indirectamente su aspecto. Hasta tal punto que estas modificaciones han reducido los efectos de la erosión, estrechado los cauces, generado lagunas y remansado rápidos.

Y todo porque los lobos expulsaron de los valles a los ciervos. Pero aún hay más. Esas presas de los castores dieron cobijo a peces, anfibios, reptiles y mamíferos como la rata de agua o la nutria. Al desaparecer los coyotes aumentaron los ratones y los conejos, oportunidad que supieron aprovechar rapaces, comadrejas, zorros y mofetas. Las poblaciones de carroñeras también se beneficiaron enormemente de todos esos restos animales dejados abandonados por los lobos. Incluso los osos, quienes además de la carroña también disfrutaron de una cantidad inusitada de arbustos repletos de fruta y bayas.

Es así cómo un pequeño número de lobos no sólo ha logrado modificar el ecosistema de un espacio tan inmenso como Yellowstone, sino que incluso ha sido capaz de cambiar su fisonomía. Absolutamente increíble ¿No te parece?

Este argumento, el de las cascadas tróficas, deberían tenerlo muy en cuenta nuestros gestores ambientales. Especialmente los del Parque Nacional de Picos de Europa, o los de las comunidades autónomas de Asturias, Cantabria y Castilla y León, empeñados como están en exterminar a tan imprescindible escultor de la naturaleza. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír.