martes, 18 de febrero de 2014

Estudio relaciona el DDT y otros plaguicidas con trastornos neuronales en niños

Un 1948, el químico suizo Paul Hermann Müller ganó el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano), un compuesto organoclorado incoloro y cristalino muy usado hasta los años ochenta como insecticida y plaguicida.
Sin embargo, a finales de los años 70, y tras una campaña mundial que alegaba que este compuesto se acumulaba en las cadenas tróficas, y ante el peligro de contaminación de los alimentos, se prohibió su uso.

En España, la prohibición llegó en los años 80, pero en 2003 aún hubo un informe de Greenpeace denunciando su utilización dentro de nuestras fronteras.

En el pasado, diversos estudios han demostrado que, como sucede con muchos insecticidas organoclorados, el DDT da lugar en los animales a efectos hepáticos, renales, reproductivos e inmunitarios. Otras nvestigaciones han constatado que el DDT también deja rastro en los humanos.

Y lo sigue dejando pese a las prohibiciones, porque es un compuesto originalmente diseñado para ser muy resistente a la degradación, por lo que sigue presente en el medioambiente y en la cadena alimentaria. Eso sin contar que aún se utiliza para el control de plagas en ciertos países, como Marruecos o Sudáfrica.

En general, por tanto, se estima que la mayoría de las personas estamos expuestas a DDT o a su principal metabolito, el DDE, ambos relacionados con efectos adversos sobre la salud, ha publicado UGRDivulga, el centro de información de la Universidad de Granada.

Efecto del DDT y otros plaguicidas en los niños
Una reciente investigación, realizada por científicos de la Harvard School of Public Health (HSPH) y la Icahn School of Medicine at Mount Sinai (EEUU), ha revelado ahora que el DDT y otros pesticidas pueden provocar un aumento de trastornos del desarrollo neurológico en los niños, como trastorno por hiperactividad y déficit de atención (TDAH) o dislexia.

En un comunicado de la HSPH, los autores del estudio advierten de la necesidad urgente de una nueva estrategia mundial de prevención para controlar el uso de estas sustancias.

"La mayor preocupación es el elevado número de niños afectados por el daño en el desarrollo del cerebro causado por estos compuestos químicos, y que no cuentan con un diagnóstico formal. Estos niños sufren una reducción de su capacidad de atención, retraso en el desarrollo, y bajo rendimiento escolar. Productos químicos industriales están emergiendo como posibles causas de estos trastornos",
afirma Philippe Grandjean, profesor adjunto de salud ambiental en la HSPH.

Sustancias peligrosas
El presente informe sigue a otro previo, realizado en 2006, en el que ya se identificaron cinco productos químicos industriales
"neurotóxicos para el desarrollo";
sustancias químicas que pueden causar déficits cerebrales. El nuevo estudio ofrece resultados actualizados sobre esos mismos productos químicos, y añade información.

Entre ellos se encuentran el manganeso (que en exceso es tóxico, pues exposiciones prolongadas pueden provocar efectos adversos en el sistema nervioso o respiratorio); el fluoruro‎, el clorpirifós (organofosforado que provoca efectos neurológicos en el feto y los niños); el DDT; el tetracloroetileno‎ (que puede provocar daños irreversibles en el sistema nervioso central, hígado y riñones; y que se ha demostrado que es cancerígeno), y los polibromodifenil éteres (PBDE), muy extendidos por su uso como aditivos en plásticos y otros polímeros.

El informe esboza, además, los posibles vínculos entre estos neurotóxicos y la salud en los niños. Por ejemplo, señala que el manganeso está asociado con una función intelectual disminuida y una alteración de las habilidades motoras; que los disolventes (como el tetracloroetileno) están vinculados a la hiperactividad y al comportamiento agresivo; y que ciertos tipos de pesticidas pueden causar retrasos cognitivos.

Podría haber muchos más
Los investigadores prevén que muchos otros productos químicos, aparte de los ya identificados como neurotóxicos, podrían estar contribuyendo a lo que denominan una
"pandemia silenciosa"
de déficits neuroconductuales que están erosionando la inteligencia y alterando los comportamientos de pequeños de todo el planeta.

Pero el control de esta pandemia es difícil, debido a la escasez de datos para orientar la prevención y la enorme cantidad de pruebas necesarias para la regulación de los pesticidas por parte de los Gobiernos. "Muy pocos productos químicos han sido regulados por su neurotoxicidad para el desarrollo",
escriben.

Por eso, señalan que resulta crucial controlar el uso de estos productos químicos, con el fin de proteger el desarrollo del cerebro de los niños en todo el mundo.

Proponen pruebas obligatorias sobre productos químicos industriales y la formación de un nuevo centro de intercambio internacional de información, para evaluar los efectos de los productos químicos industriales en el desarrollo neuronal infantil.

"El problema es de alcance internacional, y la solución debe de ser también internacional",
afirma Grandjean.
"Contamos con métodos establecidos para probar los productos químicos industriales y sus efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro de los niños. Es el momento de hacer que estas pruebas sean obligatorias."

DDT, Alzheimer y otras enfermedades
El informe de la Escuela de Medicina de Harvard ha coincidido en el tiempo con otro estudio publicado por la Universidad de Rutgers (EEUU) que señala que podría existir una relación entre el DDT y el Alzheimer.

Los resultados de esta otra investigación, detallados en la revista Neurology, han revelado más concretamente, que el DDT puede aumentar el riesgo y la gravedad de la enfermedad de Alzheimer en algunas personas, especialmente en personas mayores de 60 años.

En octubre de 2013, además, un estudio de la Washington State University de Estados Unidos revelaba que la exposición ancestral a compuestos presentes en el medio ambiente, como el insecticida DDT, podría ser un factor causante de las altas tasas de obesidad en el mundo.

Y, en marzo de ese mismo año, otra investigación de la Universidad de California Davis (EEUU) reveló que las niñas expuestas a altos niveles de DDT cuando aún estaban siendo gestadas en el vientre de sus madres eran tres veces más propensas a sufrir hipertensión en la edad adulta.

Por último, se sabe, también desde 2013 y gracias a un estudio de la Universidad de Granada (España), que las mujeres almacenan en su organismo niveles de DDE que prácticamente duplican a los detectados en hombres.

Este dato es importante porque esos niveles no afectarían sólo a la salud de la mujer, sino también a la de su descendencia, ya que se ha demostrado la transmisión de estos contaminantes al feto durante el embarazo.

Incluso se ha relacionado con diversos efectos en salud evidenciables al nacimiento (como malformaciones en el tracto genitourinario) o, más tarde, durante la vida adulta de sus hijos (obesidad, alteraciones neuroconductuales.