jueves, 6 de febrero de 2014

Por qué las dependientas tienen que estar buenas (y qué piensan ellas de todo esto)

José Luis Moreno Pestaña, profesor de la Universidad de Cádiz, ha estudiado profusamente los problemas de alimentación que están afectando cada vez con mayor frecuencia a empleados de sectores profesionales en los que la apariencia física ha pasado de ser importante a resultar determinante. Según Moreno Pestaña, entre los recursos que nos diferencian, y que hacemos valer en el mercado laboral, están cobrando especial relevancia los estéticos, que hasta ahora nos habían resultado irrelevantes, frente a la cualificación o la experiencia. Muchos trabajos requieren hoy de frecuentes interacciones personales y una gran mayoría de ellos precisan de una parte relacional, con lo que cada vez se da más importancia a las formas de presentación frente a los demás, invirtiéndose crecientes recursos en contar con mejor apariencia y con un físico moldeado según las preferencias del momento. Ahora no es sólo importante la ropa que vestimos o cómo estamos peinados, sino que prestamos especial atención a la estilización de los cuerpos.
El atractivo físico solía ser un elemento llamativo pero secundario en el terreno profesional, pero ahora está convirtiéndose en un factor esencial. Estamos ya acostumbrados a que en algunos trabajos se exija una apariencia determinada para ser contratado, como en las tiendas de moda o en la hostelería nocturna, donde existe la plena convicción de que lo mejor para el negocio es un cuerpo bello. Pero incluso esta perspectiva, antes inusual, está acentuándose porque esa cualificación estética no se ha convertido en un complemento de la técnica, sino en su sustituto.

“Antes, los barman no eran chicos guapos, sino profesionales que sabían atender una barra o hacer buenos cócteles”,
explica Moreno.
“Y la dependienta era alguien que te ayudaba a la hora de encontrar algo que te sentara bien. Hoy todo eso no se tiene en cuenta, porque los servicios se descualifican, y es sólo la apariencia la que determina si te contratan o no. En una tienda ya no hay vendedoras, sino chicas que están allí como mero mobiliario. Lo único que hacen es cobrar. No puedes preguntarles nada porque no tienen ni idea, ni siquiera de las existencias que tienen en la tienda. Son gente que hace juego funcional en esos espacios con música y decoración moderna en que se han convertido las tiendas”.

Todo trabajo tiene componentes estéticos y técnicos, pero suele ocurrir en estos terrenos laborales que, como explica el profesor,
“los primeros acogoten a los segundos y los reduzcan a la mínima relevancia”.
Eso lo vivió en primera persona una de las participantes en el estudio, citada como E12 (familia de clase media alta, profesora y con trastornos alimentarios) que fue contratada en un pub por “estar buena”, y a quien advirtieron que para permanecer en el trabajo debía mantenerse e incluso mejorarse físicamente y utilizar su atractivo para atraer a los clientes.

Igualmente, las vendedoras en las tiendas de moda, por su parte, sobre todo las encargadas y las destinadas a las secciones juveniles, suelen reclutarse entre personas muy delgadas, asegura Moreno.
“La apariencia física requiere imbuirse en tallas de ropa muy estrictas, sólo al acceso de personas de complexión muy delgada o que dediquen mucho tiempo y esfuerzo a modelarse. Además, ciertas casas comerciales impulsan que sus vendedoras valoricen su capital estético en los lugares de moda, algo que les otorga a las susodichas la sensación de pertenecer a una élite estética, normalmente muy mal pagada. En fin, muchas de ellas se consideran un eslabón de la cadena del mundo de la moda y unas privilegiadas por conocer y utilizar los modelos que se estilan en las zonas más sofisticadas de Los Ángeles, Tokio, París o Nueva York”.

Las dependientas lo aceptan
Esas exigencias estéticas son vividas de modos contradictorios por los empleados del sector. En el estudio Mercado de trabajo y trastornos alimentarios: las condiciones morales y políticas de la resistencia, realizado por Moreno Pestaña, se analizan los discursos que ellas tienen sobre su posición y cómo han interiorizado o se han distanciado de esos requerimientos.

Una de las encuestadas, una mujer de 35 años, con origen obrero y que trabaja en un stand de cosmética, recuerda que los requisitos estéticos son fundamentales para las empresas:
“Yo he tenido otro caso reciente, de una compañera nuestra, en una firma que no voy a dar el nombre. Había una compañera que era buenísima, muy trabajadora, estaba rellenita, muy simpática, y además, vendía muchísimo. Y llegó un día el jefe, el jefe de la firma, porque allí, sus compañeras estaban muy contentas con ella porque era muy trabajadora, era una trabajadora nata, vamos, para mí, incluso me gustaba muchísimo, de hecho si algún día hiciera falta para mi firma, yo la recomendaría. Entonces, llegó un día el jefe, el que está por encima que nunca ve nada, y se reunió con las compañeras y les dijo que a esa chica, como estaba gordita no la quería y al día siguiente dejó de ir. Y era una de las mejores trabajadoras que he visto yo por ahí”.

Pero estas elecciones que desechan a esas empleadas que sabían aconsejar a sus clientes si no son suficientemente agraciadas, no son vistas mal por todas ellas.

E 30 (hija de funcionario y vendedora):
"Hay muchos aspectos, que no es solamente el aspecto físico, pero es lo primero cuando tú entras en un establecimiento y lo que te llama la atención... a todos, a todos".

E 32 (dueña de una tienda, de 53 años):
“Pero el aspecto físico es el flash principal, para mí, porque vamos, aparte de ser yo vendedora también soy consumidora. Porque yo tengo hijos de veintitantos años y si yo entro en una tienda para comprarle algo a alguno de mis hijos, miro a la persona a ver cómo va vestida. Y muchas veces le digo: 'Mi hijo lo que quiere son zapatos como los que tú tienes'”.

E 30:
"Sí, o que te llegan y dicen: '¡Ay, qué me encanta la falda que tú tienes!, ¿dónde la has comprado?'... 'Pues ve arriba, que está en la segunda planta'”.

El problema de estos discursos, más allá de que sean o no creídos por las personas que reusultan contratadas, es que son plenamente creídos por quienes dirigen las empresas, quienes buscan personal que encaje funcionalmente en el decorado.

La formación, aquí, adquiere caracteres peculiares, lo que podría llamarse formación consiste en cuidarse intensamente. Según Moreno Pestaña,
“la concentración en el cuerpo resulta constante: comer poco, realizar mucho deporte y, de manera habitual, recurrir a la cirugía estética. Las chicas sufren notables problemas alimenticios”.
Estarán delgados y delgadas, pero su salud no es nada buena. Y más aún con el ritmo de vida que muchos de ellos se ven obligados a llevar.

Describe Moreno Pestaña en el estudio el caso de una chica que procede de la clase media y trabaja como gestora cultural, manteniendo con su sueldo de vendedora el sueño de sacar adelante una empresa de representación artística. Esta chica
“denunció en el grupo de discusión las exigencias más invasivas de las tiendas, (cierto que cuando este llegó al final y tras continuas promesas de respetar el anonimato) como la incitación a salir por la noche de fiesta para exhibir los modelos y captar clientela, la falta de tiempo para comer, especialmente lesivo para trabajadoras con salarios mileuristas y con jornadas laborales agotadores. Por si fuera poco, deben además, mantenerse esbeltas”.
Un conjunto de exigencias que conforman un contexto que es útil para los empleadores, que pueden sustituir fácilmente a una mano de obra barata, pero poco para los empleados, que se ven sometidos a un tipo de vida que suele generar muchos problemas de salud y autoestima.