lunes, 10 de febrero de 2014

En el fondo del océano hay diez veces más peces de lo que se pensaba

Con un stock estimado hasta ahora en 1.000 millones de toneladas, los peces mesopelágicos dominan la biomasa total de peces en el océano.

Sin embargo, un equipo de investigadores con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto que su abundancia podría ser al menos 10 veces superior.
Los resultados, publicados en la revista Nature Communications, se basan en observaciones acústicas llevadas a cabo durante la circunnavegación de la expedición Malaspina.

Los peces mesopelágicos, como los peces linterna (Myctophidae) y los ciclotónidos (Gonostomatidae), viven en la zona de penumbra del océano, entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad. Son los vertebrados más numerosos de la biosfera, pero también los grandes desconocidos del océano abierto, ya que existen lagunas en el conocimiento de su biología, ecología, adaptación y biomasa global.

Durante las 32.000 millas náuticas que recorrieron durante la circunnavegación, los científicos de Malaspina, un proyecto liderado por el investigador del CSIC Carlos Duarte, tomaron medidas entre los 40° de latitud Norte y los 40° de latitud Sur, desde los 200 a los 1.000 metros de profundidad, durante el día.

“Malaspina nos ha ofrecido una oportunidad única para evaluar el stock de peces mesopelágicos en el océano. Hasta ahora disponíamos sólo de los datos aportados por la pesca de arrastre. Recientemente se ha descubierto que estos peces son capaces de detectar las redes y huir, lo que convierte a la pesca de arrastre en una herramienta sesgada a la hora de contabilizar su biomasa”,
explica Duarte en la nota de prensa del CSIC.

Transporte de carbono orgánico
“Que la biomasa de los mesopelágicos y, por tanto, también la biomasa total de peces, sea al menos 10 veces superior a lo que se pensaba tiene importantes implicaciones en la comprensión de los flujos de carbono en el océano y el funcionamiento de lo que hasta ahora considerábamos desiertos oceánicos”, destaca Xabier Irigoien, investigador del centro tecnológico vasco AZTi-Tecnalia y de KAUST (una universidad de Arabia Saudí) y líder de esta investigación.

Los peces mesopelágicos suben de noche a las capas altas del océano para alimentarse, mientras que de día vuelven a bajar para evitar ser detectados por sus predadores. Este comportamiento acelera el transporte de materia orgánica hacia el interior del océano, el motor de la bomba biológica que retira CO2 de la atmósfera, porque en vez de hundirse lentamente desde la superficie, se transporta con rapidez hasta los 500 y 700 metros de profundidad y es liberada en forma de heces.

Malaspina
“Los peces mesopelágicos aceleran el flujo para transportar activamente materia orgánica desde las capas superiores de la columna de agua, donde la mayor parte del carbono orgánico procedente del flujo de partículas sedimentarias se pierde. Su papel en los ciclos biogeoquímicos de los ecosistemas oceánicos y el océano global tiene que reconsiderarse, ya que es probable que estén respirando entre el 1% y el 10% de la producción primaria en aguas profundas”,
señala Irigoien.

La excreción de material procedente de la superficie podría en parte explicar, según los científicos, la inesperada respiración microbiana registrada en estas capas profundas del océano. Los peces mesopelágicos actuarían, por tanto, de enlace entre el plancton y los predadores superiores, y tendrían un papel clave en la disminución del oxígeno de las profundidades del océano abierto.

La expedición Malaspina es un proyecto Consolider-Ingenio 2010 gestionado por el CSIC y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Malaspina comprende cerca de 50 grupos de investigación, incluyendo 27 grupos de investigación españoles, del CSIC, el Instituto Español de Oceanografía, 16 universidades españolas, un museo, la fundación de investigación AZTI-Tecnalia, la Armada Española, y varias universidades españolas.

La financiación total, en la que también han colaborado el CSIC, el IEO, la Fundación BBVA, AZTI-Tecnalia, varias universidades españolas y organismos públicos de investigación, ronda los 6 millones de euros.