lunes, 3 de septiembre de 2012

Una cura genética para la anosmia

Un equipo de científicos ha restaurado el sentido del olfato en ratones con un trastorno genético humano que causa anosmia congénita, es decir, la incapacidad innata de percibir olores. El nuevo tratamiento emplea terapia génica para conseguir que los cilios, componentes celulares esenciales para la función olfativa, puedan crecer. Estas estructuras con forma de cabello están implicadas en múltiples enfermedades, tal y como explican los autores en la revista Nature Medicine.
La disfunción olfativa puede ser uno de los síntomas de una clase de trastornos genéticos conocidos como ciliopatías, que incluyen enfermedades tan diversas como la poliquistosis renal y la retinitis pigmentosa una enfermedad ocular hereditaria que causa un deterioro grave de la visión, y ceguera.
Los trastornos son causados por defectos en los cilios, proyecciones de las células en forma de “pelillos” que les ayudan a percibir su entorno. Los científicos creen que casi todas las células del cuerpo tienen la capacidad de producir uno o más cilios. En el sistema olfativo, múltiples cilios se proyectan desde las neuronas sensoriales olfativas, las células sensoriales que se encuentran en el epitelio olfativo, en lo alto de la cavidad nasal. Los receptores que se unen a los odorantes se localizan en los cilios, por lo que una pérdida de los mismos elimina la capacidad de oler.
El equipo de investigadores, dirigido por Jeffrey R. Martens, de la Universidad de Michigan, utilizó un adenovirus para introducir una copia sana del gen causante de la anosmia en los ratones, que afectaba a los niveles de proteína IFT88. De este modo querían averiguar si la reintroducción de las proteínas perdidas podría restaurar los cilios de las neuronas sensoriales olfativas y devolver la capacidad de oler.
Durante tres días consecutivos, los ratones recibieron una terapia intranasal de suministro de genes y luego descansaron 10 días para que las neuronas sensoriales infectadas expresaran la proteína IFT88 codificada por el virus. Trasncurrido este tiempo, se probó la capacidad olfativa de los ratones con concentraciones crecientes de un odorante, el acetato de amilo. Las respuestas, medidas en el tejido celular y los niveles sinápticos, indicaron que todos los ratones habían recuperado la función olfativa.
"Al restaurar la proteína en las neuronas olfativas, dotamos a la célula con la capacidad de desarrollar y ampliar los cilios de las dendritas, es decir, lo que la neurona olfativa necesita para detectar olores",
explica McIntyre.
El cambio en la función olfatoria también tuvo implicaciones en el comportamiento de alimentación de los ratones. El modelo de ratón utilizado por los científicos nació con bajo peso y su anosmia interfirió con la motivación para comer que, en muchos mamíferos, incluidos los seres humanos, es impulsada por el olor. El tratamiento con terapia de adenovirus aumentó el peso corporal en un 60 por ciento en los ratones tratados, lo que indica que la función olfativa restaurada motivó la alimentación.