martes, 28 de agosto de 2012

¿Por qué no se rompen las alas de los insectos?

Investigadores del Trinity College de Dublin (Irlanda) han demostrado que las alas de los insectos no son tan frágiles como aparentan. En un estudio publicado en la revista PLoS ONE demuestran que la red de venas presente en las alas de insectos como los saltamontes o las libélulas les ayudan a evitar roturas. La estrategia es muy similar a la que se usa a la hora de construir barcos, dividiendo el casco en compartimentos para evitar que las naves se hundan.

Según los científicos, el ejemplo más emblemático es la langosta del desierto (Schistocerca gregaria), un insecto que puede volar días; atraviesan desiertos y océanos agitando sus alas de un grosor tres veces más fino que un cabello humano. Durante ese recorrido soportan vientos huracanados y otras inclemencias sin que sus alas sufran el más mínimo daño. Uno de sus secretos reside en la cutícula que forma tanto las alas como el cuerpo de los insectos, considerada el segundo material natural más abundante del planeta, y también uno de los más resistentes.
Para estudiar la resistencia de las alas de estos insectos, los científicos hicieron pequeñas muescas en sus membranas, filmaron el proceso y midieron la fuerza necesaria para crear una fisura. En principio no parecían excesivamente resistentes. Pero cuando analizaron en detalle las filmaciones comprobaron que la mayoría de las grietas dejaban de expandirse cuando se topaban con una de las venas de las membranas, de tal modo que estas diminutas barreras aumentaban la fortaleza de las alas en un 50%, tal y como explica David Taylor, ingeniero y coautor del trabajo.
A continuación, los científicos midieron el tamaño y forma de las casi 1000 celdas encontradas en cada ala e identificaron que el espacio que separa la mayoría de las venas corresponde exactamente al llamado
“punto crítico de fisura”.
Dado un estrés determinado, las grietas menores de esta constante no se extienden. Y simultáneamente la cantidad de venas es la óptima para que las alas no pesen demasiado.
"Gracias a esta distribución de las venas que se entrecruzan, las fisuras siempre se detienen antes de que alcancen un tamaño crítico sin perder ligereza",
aclara Taylor.