miércoles, 10 de julio de 2013

El rojo de Ferrari puede ser clave para los discos duros del futuro

Desde hace varias décadas, las teorías científicas basadas en el concepto de la magnetoresistencia, propiedad de los materiales a variar su resistencia eléctrica cuando se les aplica campo magnético, han permitido desarrollar discos duros cada vez más potentes, gracias a la mejora de los procesos de lectura y escritura de bits sobre materiales de tipo magnético.
Sin darse cuenta, los usuarios han asumido de forma natural cómo los productos de consumo que llegan a las tiendas especializadas alcanzan, en periodos de mejora muy cortos, una mayor capacidad de almacenamiento, destronando continuamente modelos anteriores, éxito tecnológico del que también tienen parte de culpa los fabricantes, en su continuo esfuerzo de I+D.

También los científicos.
Si en 2007 Peter Grünberg y Albert Fert recibieron el Premio Nobel de Física por haber descubierto el efecto cuántico de la magnetorresistencia gigante (GMR) en 1988, clave para explicar el desarrollo de los discos duros, fabricados con materiales con propiedades de magnoresistencia de hasta un 110%; en 1993 otro grupo de científicos alumbró la magnetoresistencia colosal (CMR), que abrió nuevos caminos en cuanto a la lectura y escritura en los discos de almacenamiento. En la misma línea que la magnoresistencia túnel, descubierta en 1975 por Michel Julliere, aunque recuperada en la década del 2000 por científicos japoneses, quienes experimentando con nuevos materiales obtuvieron magnoresistencias de hasta un 600%.

Ahora, un nuevo equipo de investigadores, dirigidos por el científico holandés Wilfred van der Wiel, de la Universidad de Twente, ha descubierto un efecto aún más potente, que han bautizado como magnoresistencia ultraalta, tal como recoge el artículo técnico de la revista Science donde han contado su hallazgo. Curiosamente, la sustancia básica de la pintura roja de algunos modelos de Ferrari ha sido clave en la investigación.

El pigmento DXP
Se trata de un pigmento orgánico utilizado por Ferrari para dar el clásico acabado rojo a sus modelos Roadster. No es un material magnético, pero gracias a una propiedad del espín de sus electrones los científicos han hallado una vía para desarrollar propiedades de magnetoresistencia inéditas hasta hoy.

En su estado inicial, los electrones del DXP, atendiendo a la ley cuántica que enuncia el principio de exclusión de Pauli, no pueden moverse, por lo que la conductividad eléctrica del material es nula. Sin embargo, aplicando un campo magnético externo, a temperatura ambiente, tal como reza el título de la propia investigación, los científicos han descubierto que los espines pueden cambiar de dirección, permitiendo el movimiento de los electrones.

Es en este punto donde surgen las posibles aplicaciones para la fabricación de una nueva generación revolucionaria de discos duros. Una vez liberados para moverse a través de la moléculas, la resistencia eléctrica del material desaparece, y la conductividad del pigmento DXP se multiplica, según los científicos, hasta en un 2000%, cifra que pulveriza las propiedades de magnoresistencia de los materiales usados actualmente para la construcción de discos duros.

El mercado, aún lejos
Aunque el pigmento de los Ferrari es básico en el desarrollo del avance, los científicos no han usado el material de forma aislada. En el caso de éxito divulgado por los científicos, el DXP se estructura en base a una serie de nanohilos insertados sobre cristales de zeolita, compuestos en este caso de aluminio, silicio y oxígeno.

De momento, parece improbable que el avance pueda llegar al consumo masivo en plazos cortos, teniendo en cuenta que los científicos han trabajando en escalas nanoatómicas, y serían necesarios microscopios de fuerza atómica (AFM) para grabar y leer los bits sobre el material magnético.

De todas formas, el camino para una nueva generación de discos duros parece trazado. No obstante, y a pesar del avance, existe una corriente del pensamiento tecnológico que apuesta por la memoria flash, típica de los USB o los SSD, como la heredera natural de la memoria magnética, habitual en los discos duros.