jueves, 11 de julio de 2013

Les ataca un virus y lo resuelven destruyendo hasta los ratones

El teléfono interrumpió la monótona rutina de la mañana en las oficina de la Agencia de Desarrollo Económico (EDA), un organismo público estadounidense que impulsa el crecimiento en zonas desfavorecidas de aquel país.
"Chicos, tenemos un problema",
se escuchó al otro lado del hilo y la llamada provenía del Gobierno de aquel país: resulta que se había detectado que una serie de ordenadores de la EDA se habían visto afectados por un software malicioso, o comúnmente conocido como malware.

¡Bum! Silencio en la oficina. Unos explosivos ingredientes se mezclaron en la cabeza del máximo responsable de la agencia: seguridad nacional y virus. En ese punto se desconocía el alcance y propagación del mencionado malware. Estas pequeñas aplicaciones en forma de virus acceden a las entrañas del sistema y desde ahí, vaya usted a saber. El asunto en cuestión afectó de forma paralela a la mencionada EDA y a la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), otro organismo estatal que vela por la buena salud del medio ambiente en aquel país. Ambos solucionaron el asunto, pero de forma muy diferente.

La segunda consiguió localizar y aislar el problema sin mayores consecuencias. El asunto no le llevó más de unas pocas semanas y unos pocos ordenadores afectados que fueron convenientemente aislados y limpiados sin dejar ni rastro del maléfico virus. Una cabeza sensata gestionó la crisis con diligencia, pero sobre todo con mesura. Este asunto, por desgracia, es tan común que no sería noticia de no haber intervenido algún gestor nervioso en la gestión de esta crisis, y lograr que un incidente intrascendente salte a copar los titulares de los medios tech.

Desconocemos la identidad del directivo que pegó un puñetazo en la mesa y al grito de
"virus a mí"
desató la madre de todas las batallas contra este software malicioso. El caso es que esta autoridad activó el DEFCON-1 y movilizó a todas sus tropas para acabar con esta invisible amenaza para la seguridad nacional.

A por los ratones
La primera medida que se adoptó en la sede de la EDA fue aislarla del resto del mundo. Alguien tiró del enchufe y todo un organismo dependiente de un país, no precisamente pequeño, se vio en la sombra.

Ni correos, ni red, ni acceso a internet. Un virus entre nosotros, palabras mayores. Aislado el peligro, tocaba dar con el alien que estaba amenazando la integridad del país y las autoridades de la EDA también emplearon artillería pesada. Nada de dedicar un equipo de informáticos antivirus en mano para ir localizando el problema: se optó por la
"destrucción física".
Sí, eso que se nos pasa por la cabeza: pasar por el cuchillo todos los ordenadores susceptibles de estar infectados.

Y como no había manera humana de localizarlos, se decidió que serían sacrificados todos. Pero puestos a ser tremendos y matar moscas a cañonazos, esta orgía belicista la pagó también con los periféricos: impresoras y ratones fueron vilmente ajusticiados
"por si las moscas".
Daba igual que fuera imposible que resultaran afectados por virus, el
"por si acaso"
vio el terreno abonado y la criba arrasó con todo lo que tuviera algún cable visible en la sede de la aislada EDA.

Un gasto de 2,7 millones de dólares
Este sangriento festival no parecía conocer fin, hasta que alguien en el área financiera levantó la mano apurado:
"no hay más dinero",
gritó. Y no, las apreturas económicas no eran para reponer los equipos destruidos, sino para poder financiar la destrucción: aunque resulte increíble, se habían agotado los recursos despedazando los ordenadores. Pero lo peor es que ahora tocaba comprar equipamiento nuevo, y el asunto se ha cuantificado en la friolera de 2,7 millones de dólares que tendrán que afrontar los contribuyentes estadounidenses.

El precio de la seguridad, ya se sabe. A mayor desgracia del mencionado organismo, entre cables y tornillos alguien por fin dio con el maldito malware. Y no era nada: un pequeño inofensivo software que no habría hecho peligrar el sistema.

Pero como quiera que no hay mal que por bien no venga, el polémico affaire ha servido para poner en evidencia la precaria instalación informática de la EDA: como destaca Ars Technica, era tan mala que hubiera sido imposible la propagación de un malware. Encima...