domingo, 9 de enero de 2011

El gigante chino se va de compras por el mundo

China protagoniza ya el 6% de todas las inversiones que se realizan en el mundo. Pese a que es la segunda economía del mundo por PIB, ocupa el quinto lugar en el ránking de inversores

El 30 de abril de 1999, cuando Haier se convirtió en la primera empresa china que hacía una inversión productiva en Estados Unidos, la cifra saltó a las portadas de todos los diarios económicos. Se trataba de una suma relativamente discreta, 40 millones de dólares, pero suponíauna novedad y señalaba una tendencia inaudita hasta entonces.Once años después, las compras e inversiones chinas en el mundo han dejado de ser noticia, a no ser que se barajen cifras espectaculares o se toquen sectores estratégicos. No impresionan porque ocurren a diario: las compañías del gigante asiático salen de compras al extranjero como nunca antes, reforzadas por la crisis económica internacional y aprovechando una coyuntura de debilidad financiera en Occidente.
Todo y en cualquier lugar
Compran de todo por todo el mundo: desde explotaciones de petróleo en Rusia o Canadá, hasta compañías automovilísticas en Europa (Volvo), pasando por una fábrica de contenedores de barco en Holanda, una mina de carbón en Australia o un banco musulmán en Indonesia. La lista es inacabable. China capitaliza ya el 6% de todas las inversiones internacionales que se realizan en el mundo. «Lo que está pasando es fruto del crecimiento económico acelerado de los últimos años y de unos ahorros en divisas desproporcionados. China tiene más liquidez que nadie y el dinero le quema en las manos, de modo que buscan invertir para no tener parado el dinero. Por primera vez, las empresas chinas se sienten competitivas y quieren probar suerte en el extranjero», explicaba Li Ming Zhong, analista de inversiones del Instituto de Economía y Política Internacional (CASS).
Es el principio
Obsesionado con no despertar recelos entre sus competidores, el Gobierno chino insiste en que el volumen de inversiones es todavía muy pequeño, comparado con las potencias tradicionales,. «Además, las empresas europeas y norteamericanas siguen dominando el sector de la alta tecnología, mientras las compañías chinas se dedican a industrias de poco valor añadido. A eso hay que sumar nuestra escasa experiencia internacional», se lamentaba en noviembre el viceministro de Comercio chino, Chen Jian. «Es cierto que China invierte en el extranjero mucho menos que otros países. Sólo hay que ver los datos: es la segunda economía del mundo, tiene las reservas de divisas más grandes del planeta y, sin embargo, ocupa el quinto lugar en cuanto a número de inversiones foráneas», añade el profesor Li.
Pero más que el volumen total, lo que inquieta a gobiernos y multinacionales occidentales es la progresión y, sobre todo, lanaturaleza de las compañías chinas, que en su mayoría están financiadas con dinero público, controladas por el Partido Comunista desde Pekín y gestionadas por el «capitalismo de Estado» que practica el país asiático.
Dinero público
«Casi todas las inversiones al extranjero provienen de empresas estatales. En 2009, eran el 67,7%. Es lógico que sean ellas las que abran camino porque son más grandes, más poderosas y cuentan con el respaldo institucional», aclara el profesor Li. El restante 32,3% lo invierten compañías privadas, pero tampoco se puede hablar de inversiones puramente privadas, ya que casi todas tienen estrechos lazos con el Gobierno o reciben créditos de bancos estatales. Las empresas públicas chinas, denuncian los críticos, se están adueñando de sectores estratégicos, especialmente en minería, hidrocarburos e infraestructuras, como los grandes puertos. Esta otra «anomalía» del capitalismo de estado chino se entiende mejor en países como Afganistán o Irak, donde las multinacionales occidentales actúan con enorme cautela, mientras el gigante asiático se queda con las principales explotaciones, como las minas de cobre Ainak o la reserva petrolera de Rumaila.
Los gobiernos occidentales, que a menudo ponen todo tipo de obstáculos cuando las compañías chinas sacan la chequera, temen que haya una visión geoestratégica detrás de tanta compra. «El Gobierno chino ha implementado medidas para ayudar a sus compañías a salir, con créditos y financiación para sectores que se consideran más importantes», asegura el profesor Li.
Temor de EE UU
Ejemplos hay muchos, pero quizá el más gráfico sea el del puerto de Chitagong, en Bangladesh, donde China se ha asegurado un acceso al Índico y se ha posicionado en el patio trasero de India. Desde Washington se pone a menudo otro ejemplo, que tiene más que ver con la ciencia ficción: el miedo a China se haga con empresas de telecomunicaciones americanas, haciendo peligrar la seguridad del país. A pesar de que el miedo a la «invasión económica china» se extiende a gran velocidad por el mundo, la mayoría de los análisis serios piden serenidad y señalan que el gigante asiático está muy lejos de ocupar una posición hegemónica.
El semanario «The Economist», aun habiéndole dedicado recientemente una portada llamativa con una foto de Mao Zedong agitando un puñado de dólares, recomendaba aprovechar el exceso de liquidez de las compañías chinas. Recordaba, también, que a lo largo del siglo XX dos países llegaron a concentrar más del 50% de las inversiones internacionales. Lo hicieron las empresas inglesas en el año 1914 y las estadounidenses en 1967. ¿Lo hará China algún día?
Comprar la tecnología, no la empresa
Una de las grandes preocupaciones de Occidente es el tipo de empresas que está comprando China. Algunas de las inversiones del gigante asiático no tienen sentido económico alguno. No tienen intención de reflotar su mal estado de salud financiera. Lo único que les interesa es hacerse con el «know how», la tecnología.
Es el ejemplo de una manufacturera de Zhejiang, que compró recientemente la firma alemana Bullmer con el único objetivo de acceder al sistema de corte automático «topcut», el más avanzado del momento.
Dicen que es pan para hoy y hambre para mañana. Pero el hecho es que compran una compañía europea o americana que atraviesa un mal momento, copian la tecnología y montan su fábrica en China.